“Que Santayana no solo haya escrito en inglés como nadie ha escrito nunca en español, sino también lo que nadie ha escrito nunca en español permite leer su obra salvando su filosofía de la represión en la cultura española y tiene, por añadidura, un inesperado efecto redentor en la propia cultura española: ya no se trataría, entonces, de hacer de «Jorge» Santayana un filósofo español, sino de franquear la cultura española a su filosofía, a una filosofía pura, ortodoxa y humana”, afirma Antonio Lastra en el prólogo del espléndido volumen George Santayana. Una antología del espíritu, que edita la Fundación Santander en su colección Obra Fundamental.
Como “filósofo literario” definió Irving Singer a George Santayana (Madrid,1863 - Roma,1952) en una monografía que publicó la Universidad de Yale sobre la vida y la obra del pensador de origen español que escribió en inglés toda su obra, en la que intentó armonizar filosofía y poesía con una original construcción que integraba pensamiento y literatura.
Trasladado de niño a Estados Unidos, donde se formó intelectualmente y desarrolló su obra bajo la influencia de Emerson y William James, Santayana nunca renunció a su condición de español:
“Conservó celosamente su nacionalidad española -explica Antonio Lastra en su prólogo-, pero expresó su filosofía exclusivamente en inglés; descreyó del catolicismo heredado por su familia, pero no renunció a ninguna de las manifestaciones de la razón en la religión; señaló con perspicacia las dos fuentes platónicas —el primer libro de la República y el inicio del Filebo— de las que bebería continuamente, pero se alejó de las ideas platónicas en la misma medida en que se persuadió, tal vez erróneamente, de que las ideas platónicas se alejaban del mundo; ironizó sobre el liberalismo (y fue criticado por su renuencia a criticar el totalitarismo y el antisemitismo), pero mantuvo sus vínculos con el patriciado capitalista de Nueva Inglaterra y escribió el comentario más literal sobre la democracia que nos ha dejado el siglo xx; fue materialista —de hecho, pensaba que el único en su tiempo—, pero el espíritu sopla donde quiere por sus páginas.”
[…]
“Santayana no sería en modo alguno un filósofo español, como no fue nunca un filósofo americano, pero podría ser perfectamente el filósofo que salvara a España de su hispanidad, como Lucrecio habría podido salvar a Roma de su romanitas o Emerson a América de su americanismo. Que Santayana escribiera en inglés obliga, naturalmente, a leerlo en español a través de la lengua franca de la traducción, lo que añade un sentido suplementario a su concepción del espíritu como un viento de doctrina que no reconoce fronteras y salta por encima de las barreras lingüísticas y nacionales.”
La vida de la razón, El sentido de la belleza o Los reinos del ser son algunos de los títulos que contienen indicios de lo que fueron los centros de interés de una obra que queda representada en esta magnífica antología de George Santayana con edición, traducción y prólogo del profesor Antonio Lastra, que señala que “el reconocimiento de este autor ha de producirse en el reino de la filosofía, aunque no quede del todo claro, cuando lo leemos, dónde empieza o se desdibuja la frontera de ese reino, debido a una primera y magnífica impresión que perdura en el tiempo, con el reino de la literatura: la prosa de Santayana.”
Admirablemente editada, esta antología plural ofrece en sus más de quinientas páginas una selección representativa del mundo intelectual de Santayana a través de textos de muy variada condición, ordenados en varias secciones siguiendo un criterio cronológico: desde las cartas y poemas de la sección inicial (Metanoia) a los apuntes autobiográficos de Personas y lugares, pasando por un núcleo central que ofrece muestras de su obra ensayística: ensayos como el que dedicó a Emerson, la introducción de su obra más ambiciosa y significativa, La vida de la razón; el estupendo diálogo socrático entre un risueño Demócrito y el extranjero de Locura normal; Platonismo y vida espiritual o Dominaciones y poderes, junto con agudas reflexiones sobre Hamlet o Plotino o las notas autobiográficas de Confesión general, que comienzan así:
¿Cómo llega un niño nacido en España de padres españoles a ser educado en Boston y escribir en lengua inglesa? El caso de mi familia fue insólito. No éramos emigrantes; ninguno de nosotros cambió nunca de país, de clase ni de religión.
Así resume el objetivo de esta Antología del espíritu Antonio Lastra, que ha elaborado introducciones específicas para cada uno de los apartados del libro: “La ambición de toda antología, desde Obiter Scripta hasta la última en publicarse, The Essential Santayana (2009), pasando por las de Daniel Cory o John Lachs, y desde luego la de esta Antología del espíritu, es la de ser, secreta o manifiestamente, ese single book de Santayana que los lectores, que son la segunda vida del autor, componen o recomponen con él.”
“¿Buscan los poetas, en el fondo, una filosofía? ¿O es la filosofía, en última instancia, sólo poesía?
Si concebimos la filosofía como una investigación de la verdad o corno un razonamiento sobre supuestas verdades descubiertas, no hay en la filosofía nada afín a la poesía. […]
La visión de la filosofía es sublíme. El orden que revela en el mundo es algo hermoso, trágico, emocionante; es justamente lo que, en mayor o menor proporción, se esfuerzan todos los poetas en alcanzar”, escribió en Tres poetas filósofos. Lucrecio, Dante, Goethe, que recoge seis conferencias sobre la relación entre poesía y pensamiento que impartió en la Universidad de Columbia en febrero de 1910 y repitió en abril del mismo año en la Universidad de Wisconsin.
El universo filosófico de Santayana, que intentó equilibrar sus raíces materialistas con el idealismo espiritualista de lo que él mismo definió como “la llama del espíritu”, se mueve entre la dimensión moral de la estética como armonía y la ética liberadora del desapego, que le llevó a escribir estas líneas:
Cuanto más me limpio a mí mismo de mí mismo, mejor ilumino ese algo que en mí es más mí mismo de lo que soy yo: el espíritu.
Uno de sus fragmentos más conocidos y citados es la descalificación de los nacionalismos, que definió memorablemente como “la indignidad de tener un alma controlada por la geografía.”
Wallace Stevens, discípulo de Santayana, aprendió de él la importancia de la imaginación como forma de conocimiento y a su muerte le dedicó un largo poema, ‘A un anciano filósofo en Roma’, “uno de los poemas más emotivos que Stevens escribió; el único, de hecho, expresamente dedicado a alguien”, como señala Andreu Jaume en el prólogo de la edición de su Poesía reunida. A ese poema pertenecen estos versos:
Es el habla de la pobreza la que nos busca más.
Es más antigua que la más antigua habla de Roma.
Este es el trágico acento de la escena.
Y tú: eres tú quien la habla, sin habla,
las más excelsas sílabas entre las más excelsas cosas,
el único hombre invulnerable entre
groseros capitanes, la majestad desnuda, si te parece,
de arcos de nido y bóvedas sucias de lluvia.
Van los sonidos entrando. Las construcciones vienen al recuerdo.
No cede nunca la vida de la ciudad, tampoco tú
llegas nunca a quererlo. Es parte de la vida de tu cuarto.
Y son sus cúpulas la arquitectura de tu cama.