La forma es el vacío, el vacío es la forma.
Esa frase abreviada del Diálogo del corazón, donde aparece de manera más compleja (“Lo que es forma material es vacío, lo que es vacío es forma material”) es “la más célebre y citada de los textos del mahāyāna [conjunto de tradiciones budistas]”, explica Juan Arnau en el ‘Preludio’ de la espléndida edición que ha preparado en Atalanta de dos de los textos budistas más importantes de la historia, el Diálogo del diamante y el Diálogo del corazón, traducidos por primera vez desde el sánscrito al español por Luis Ó. Gómez (1943-2017), que creó en la Universidad de Michigan un programa de estudios budistas.
Dos diálogos que exploran la perfección de la sabiduría o el discernimiento perfecto, que corta como un diamante, como señala Juan Arnau, que explica que “tanto el Diálogo del diamante como el Diálogo del corazón enseñan que el mundo fenoménico no es más que una ilusión proyectada por la mente y apelan a una intuición que trascienda las convenciones lingüísticas y explore las consecuencias de ver las cosas sin fundamento. Monjes y monjas de numerosas escuelas recitan a diario las estrofas del Diálogo del corazón. Éste formula con especial claridad y concisión la doctrina del vacío, por lo que es muy apreciado entre los adeptos al zen.”
Así se resume en la versión breve del Diálogo del corazón:
El conjunto de las cosas materiales es vacuidad, y esa misma vacuidad no es sino el conjunto de las cosas materiales; el vacío no es distinto ni está separado de lo material, lo material no es distinto ni está separado del vacío. Lo que es forma material es vacío, lo que es vacío es forma material. Y, de la misma manera, las sensaciones, los pensamientos, las inclinaciones y el sentido del yo son vacíos.