Nuestro tiempo, tan vitalista y futurista, mira con el mismo interés de los siglos pasados a los antiguos relatos del viaje al mundo de los muertos. Es un interés siempre renovado, que no se explica solo por la recurrente aparición de fenómenos como catástrofes naturales, guerras o pandemias, que hacen surgir diversas combinaciones de temor y esperanza propias de la reflexión intensa sobre el final de la vida, sino que revela una fijación permanente por la cuestión. Y aunque esta curiosidad desborda con mucho el ámbito académico, acude a él para encontrar respuestas. En la última década han visto la luz diversos estudios que abordan desde los descensos entre los antiguos sumerios a la Divina comedia, y más acá, el viaje al inframundo en la novela y el cine contemporáneos. Y es que hablamos de un fenómeno casi universal: de Gilgamesh a El corazón de las tinieblas, desde la mitología celta a los antiguos aztecas, en las culturas de todos los continentes el tema del viaje al mundo de los muertos es un mito recurrente que sitúa al hombre en el cosmos, frente a la naturaleza, los difuntos y los dioses de acuerdo a las categorías de cada civilización.
Con ese párrafo se inicia el primer capítulo (‘Preparativos’) de Catábasis. El viaje infernal en la Antigüedad, de Miguel Herrero, que publica Alianza Editorial en su colección de bolsillo.
Del mito de Orfeo y Eurídice a Tiempo de silencio, de la Divina Comedia al Quijote, de Eneas a Perséfone o de la Odisea al Ulysses, la bajada del héroe al Hades o a los infiernos es un mitema presente en todas las civilizaciones: un rito de reconocimiento del personaje que lo protagoniza, un proceso de encuentro consigo mismo y de evolución reorientadora de su conducta existencial. De ahí su transcendencia en la literatura y su presencia en las artes plásticas y en la música.
Un proceso que los griegos llamaron catábasis y que era el paso previo a la anábasis, el regreso desde ese mundo inferior que en el cristianismo y en otras religiones se asimila con la resurrección en figuras míticas como el egipcio Osiris o el fenicio Melkart.
De la literatura antigua generada por ese viaje de descenso trata Catábasis. El viaje infernal en la Antigüedad, el magnífico ensayo en el que Miguel Herrero de Jáuregui, catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid, hace un recorrido histórico por más de diez siglos de tradiciones textuales grecolatinas, desde la época arcaica hasta el siglo V d. C.
“Entender mejor las ideas griegas y romanas sobre el viaje al Hades, tal como vienen reflejadas en los textos estudiados, es el único objetivo de este estudio -escribe Miguel Herrero-. La presencia de la catábasis en autores como Homero, Platón o Virgilio es interesante por sí misma, y también porque reflejan la importancia del tema en tradiciones anteriores y contemporáneas, e influyen en grado sobresaliente en otras obras posteriores.”
Ese recorrido en quince capítulos a través de textos y autores clásicos que abarcan más de un milenio se inicia con el culto a los muertos y los ritos que preparan su descanso eterno en ese reino del que Aquiles abominaba cuando le decía a Odiseo que prefería ser el último de los esclavos en el reino de los vivos que rey en el de los muertos.
Odiseo había bajado a los infiernos para que Tiresias le revelara el camino de vuelta a Ítaca. Y hasta mucho después de los textos homéricos no empezó a concebirse el Hades como un lugar en el que la gloria inmortal o la felicidad póstuma de ultratumba dependían de los méritos contraídos en vida, una idea que empieza a reflejarse en la literatura griega a partir del siglo VI a. C.
Este es un libro que no pretende -explica Miguel Herrero- “ni por asomo, dar respuesta a las cuestiones eternas sobre la vida y la muerte, sino explicar las de los antiguos. Y ni siquiera para ellos el descenso al Hades era el modo de solucionar los problemas que suscita la realidad de la muerte, sino de plantearlos de modo narrativo, temporal y espacial, a través de una cosmografía existencial que sitúa a los hombres en el universo. Este no es un libro, por tanto, sobre la salvación de la muerte en la Antigüedad (que será, por cierto, materia de otro estudio en un futuro próximo): al contrario, el descenso al Hades era el modo más común, fecundo y lleno de posibilidades que griegos y romanos tuvieron para lidiar con la muerte. Su propósito, pues, es avanzar en la comprensión de los antiguos textos clásicos, y aportar orden y luz a un campo que, en demasiadas ocasiones, el entusiasmo excesivo y la ignorancia interesada oscurecen con las brumas de la confusión.”
En esa voluntad declarada de avanzar en la comprensión de los textos clásicos, Catábasis hace un recorrido por los poemas e himnos homéricos; por los fragmentos y las láminas órficas sobre el descenso del alma, el Olvido y la Memoria; por diálogos platónicos como el Fedón o La República; por tragedias de Eurípides como Alcestis o Heracles; por Las ranas, la comedia de Aristófanes; por las Geórgicas y la Eneida de Virgilio; por las Metamorfosis de Ovidio y de Apuleyo; por el De rerum natura de Lucrecio; la sátira de Luciano de Samósata, la escatología cristiana de la resurrección o las visiones apocalípticas del infierno en la poesía cristiana primitiva, porque, como destaca Miguel Herrero en un párrafo de su ensayo, “la catábasis florece de modo excepcional en los caminos entrecruzados de la literatura y la religión.”
Cierran el volumen dos índices, uno analítico y otro, muy útil y preciso, de pasajes citados a lo largo de este magnífico estudio sobre la catábasis como épica del alma.