Érase una vez Europa
‘Senderos de justicia, tolerancia y libertad’ es el orientador subtítulo de Érase una vez Europa, el libro póstumo de Fernando García de Cortázar que, con la colaboración de Eduardo Torrilla, acaba de publicar Espasa.
“No solo hay criminales y víctimas en la historia de Europa -afirma García de Cortázar en el prólogo-. No solo hay ríos de sangre y dolor. Por suerte para la especie humana, el Viejo Continente también es los seres y las ideas que lo redimen. Territorio del horror y la esperanza, de la utopía y el desencanto, Europa es el furor y la codicia de la Atenas de Pericles y el nacimiento de la democracia; el aniquilamiento de los enemigos y el sermón de la montaña; los tiranos descritos por Suetonio y las reflexiones morales de Cicerón, Séneca y Marco Aurelio; las grandes persecuciones y matanzas en nombre de Dios y el llamamiento a la tolerancia; la depredación que surca los mares con los barcos exploradores y el grito en defensa de las poblaciones del Nuevo Mundo; la censura más implacable puesta al servicio de la ortodoxia político-religiosa y el combate por la libertad de expresión; la miseria que puebla los barrios bajos de Dickens y la lucha por mejorar las condiciones de los más desfavorecidos; el Gulag y Solzhenitsyn; el Holocausto y el idealismo generoso de quienes se opusieron al nazismo.”
Con ese enfoque se aborda esta biografía de una Europa que arranca en la Atenas de Pericles y empieza a perfilarse en la figura de Heródoto, viajero, narrador y padre de la historia, como lo llamó Cicerón. Desde ese primer capítulo, titulado ‘Bajo el signo de la historia’, Érase una vez Europa recorre una serie de episodios significativos que han ido forjando una realidad histórica, política y cultural:
La conciencia moral de la Antígona de Sófocles, sus principios humanitarios y su rebelión ante la arbitrariedad de un poder tiránico; la ética platónica y la primera utopía de La República, “una ciudad a la medida de sus sueños, gobernada por la filosofía y no por la ley del más fuerte o por una mayoría manipulada por los demagogos de turno”; el ideal político de justicia y piedad del Sueño de Escipión, de Cicerón, el primer humanista de la historia, y sus electrizantes y severas Filípicas; la revolución universal del programa de bienaventuranzas del sermón de la montaña que actualizó inolvidablemente Pasolini en El Evangelio según Mateo; Séneca, a quien nada humano le fue ajeno, un modelo para los humanistas con su mirada a la vida y la muerte y su resistencia serena ante los reveses de la fortuna; la implacable mirada moral de los anales de Tácito, “un historiador en estado puro”, admirado por Boccaccio y Maquiavelo, por Shakespeare y Quevedo por su sutil agudeza en el análisis del poder; la figura del césar filósofo Marco Aurelio, “un emperador para la eternidad”; el árbol de la ley del bizantino Justiniano, que conquistó dos veces Occidente, por las armas y por el derecho; el viaje de la sabiduría de la Antigüedad desde Oriente hasta la Escuela de Traductores de Toledo; la conquista del horizonte con las navegaciones hispanoportuguesas de Colón y Magallanes; el relato de “cosas nunca oídas, ni aun soñadas” de un mundo nuevo en las crónicas de Indias; Erasmo y la sonrisa del humanismo renacentista; Castellio y su denuncia de la intolerancia calvinista; Galileo frente a los guardianes de la ortodoxia de la cosmología cristiana; la lucha por la libertad de pensamiento, desde la Enciclopedia en el siglo de las luces; el negocio de la esclavitud y la Declaración de los Derechos del Hombre; el asunto Dreyfus y el antisemitismo; el totalitarismo comunista y su inquisitorial furia destructiva del disidente; las campanas que doblan por todos en la guerra civil española; los campos de trabajo soviéticos y la caída del Muro de Berlín.
Capítulos que -explicaba en el prólogo García de Cortázar- “rescatan algunas de las cimas de este continente paradoja que llamamos Europa: personajes de destino dramático, de lucidez implacable, que supieron ver que la única civilización posible es la que une el ser humano contra la barbarie; hombres y mujeres que, sin ser perfectos ni creerse la encarnación del bien, acertaron a alumbrar senderos de justicia, tolerancia y libertad.”
Cierra el volumen un índice onomástico que facilita la rápida localización de pasajes y episodios relacionados con las personas, las obras y los personajes que aparecen en el relato de este Érase una vez Europa: de Alejandro Magno a Voltaire, de Dickens a Camus, de Tiberio a Stalin.
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