02 diciembre 2023

Jorge de Arco desde la orfandad

 


Hay 
un pájaro 
que vive en mí, que canta y me pregunta 
por mi otro nombre 
y escribe el amarillo 
de mi melancolía, 
el océano enorme donde hundo 
el cómplice celaje de las horas. 

Pasajero del aire en su reclamo 
y del incierto amanecer 
que me envuelve en su bosque, 
vuela más alto cuando 
lo hago aún más humano y más a mi medida.
También supo de ti, 
de tu huella de mí en el estribillo 
de la intemperie, 
del océano enorme donde hundiera 
la ceniza, el desorden de tus ángeles.

Hay 
un pájaro que vive y vivió en mí, 
que guarda todavía aquella canción nuestra, 
y cuida tu memoria entre sus plumas. 

Este es uno de los poemas emocionados y emocionantes que Jorge de Arco ha dedicado a la memoria de su madre en Después de ti, el libro que publica Balduque.

Poemas para erigir un monumento verbal desde la evocación de la figura protectora de la madre y su disolución física: “mi madre / iba perdiendo / su semblante penúltimo, / y su humano azafrán se convertía en mármol, / en un cuerpo de luna negra y fría […] Mi madre, / un óleo de lumbre, / disuelta para siempre en una caja / de astillas y de sombras.”

Y para lamentar su ausencia sin retorno desde la orfandad y el vacío de este tembloroso Ubi sunt?:

¿Adónde fueron tus canciones, 
a dónde 
la pulpa de tu sol, 
la yema de tu aliento?

O en este desolado ejercicio de la aceptación:

Yo sé que la distancia
no alcanza ya a tus besos,
porque en ellos invierno puso su dedo último.
Y, sin embargo,
dibujo aún la sólita codicia
de mis días tiznados
por eclipses, cometas, por vencejos
que orillan su revuelo en los cristales.
Sumerjo mis pupilas en el mosto
antiguo de la dicha,
en tanto
me sé vestigio y heredero de tu historia,
porque la sombra que la va cubriendo
sostiene
el rumor de los pasos
que me acercan a ti.

Con su despliegue de imágenes poderosas y sutiles, los textos elegíacos de Después de ti brotan desde el asombro dolorido ante “la marea alta de la muerte,” conjuran la memoria de la vida y “el ángel desolado de los años” en los paisajes y los momentos compartidos, fugaces e imborrables, y son un antídoto contra el olvido, una emocionada manera de “encontrar / todo aquello que guardan / los ángeles rebeldes, / su luz sagrada y venidera. // Y hallar, también, /  un lugar muy cercano / a lo que en tanta muerte vive después de ti.”

 Este espléndido poema puede resumir la potencia emocional y poética, el tono conmovido y el temblor transitivo de Después de ti:

Regreso a los jazmines, las adelfas, 
a la marisma y a la luz febrera, 
aquí, al mismo vértice 
que cifra
las marcas del silencio. 
Levanta la mañana sus gaviotas, 
el labio monocorde de las aguas, 
mientras la sal de la bahía extiende 
en la memoria 
mi tanta sed de ti.
Porque a la hora en punto de la pena,
cuando la claridad alumbra mi plegaria, 
y el olor de las algas sube al aire 
vengo a decirte, madre, 
qué triste está la orilla sin tus ojos, 
qué oscura está la playa con tu hueco.