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09 diciembre 2023

Lírica industrial, de Rubén Martín Díaz

 


TRAYECTO

Cada tarde regreso
a mi puesto en la fábrica.
He besado a mis hijos,
también a mi mujer,
y he cerrado la puerta del hogar
con el gesto apacible de quien lanza
al aire una moneda
y sabe que la suerte le es propicia.
Después, en el trayecto hacia el polígono,
me busco en pensamientos. Reflexiono.
Contemplo el horizonte de mis días
en las cosas de siempre,
que hoy lucen como nunca.
Dibujo con el dedo
el contorno de un pájaro en el aire
que, al fin, desaparece
con esa extrema urgencia
de lo efímero.

Ese es uno de los poemas iniciales de Lírica industrial, el libro con el que Rubén Martín Díaz obtuvo el último Premio Alegría. 

Poeta de acreditada y exigente trayectoria, Rubén Martín Díaz trabaja en turno de noche como técnico de mantenimiento industrial y compagina esa actividad laboral con su intensa vocación literaria en una disociación inevitablemente conflictiva y en una atmósfera venenosa que pone en juego la vida.

De la superación jubilosa de esa disociación surgen los poemas de este libro, que responden con su afirmación de la luz y de la vida a la necesidad de solucionar un problema que es a la vez existencial y expresivo: el hallazgo de un tono y un enfoque adecuados para que el poeta se replantee su escritura desde la distancia de su afán diario y desde un despojamiento expresivo que es el punto de partida de la aventura poética de este libro, que contiene también las noches de los sábados en la fábrica:

¿Quién diría que es este 
el lugar de un poeta?
Estoy solo en la fábrica, 
confinado en su noche, 
pero empiezo a temblar 
en las palabras 
y el poema desciende 
poderoso, 
doblegado ante mí, 
como si un dios hincara 
las rodillas 
ante una mustia flor 
para poder sanarla.

Esa es la raíz de esta Lírica industrial, un tríptico poético que desde la insatisfacción de la sombra y la urgencia de la búsqueda, desde la reflexión y el asombro, aspira a hallar la luz en lo profundo de sí mismo, en la mirada a la naturaleza, en la pasión amorosa por la transparencia de un cuerpo y en la afirmación del momento presente, incluso bajo la lluvia oscura de este ‘Polígono industrial’:

Amaneció con lluvia en el polígono; 
la luz de las farolas descolgándose 
en hilos infinitos, 
como hojas de palmera 
bajo el sol vertical del mes de agosto. 
Pero no era verano, sino invierno. 
Y sin duda llovía en esas calles. 
El alba derramaba contra el mundo
-un mundo con sus prisas, sus atascos-
los oscuros depósitos del cielo 
a la manera de las ubres duras, 
rebosantes y líquidas 
de una vaca vaciándose despacio 
en la boca sedienta del ternero.
Me detuve en silencio a contemplar 
los dones ignorados; 
vi mares derrumbarse sobre mí: 
mi cuerpo bajo el agua, 
los ojos conmovidos de pureza. 
Pensé que en el repique de la lluvia 
contra el suelo de asfalto, 
también contra el tejado de las fábricas, 
lo vivo festejaba su existencia: 
el triunfo natural de lo absoluto 
sobre el marco impostado de los hombres.
Ante “los ojos conmovidos de pureza” del poeta se imponen “la mañana nueva / después de la ceniza de la noche” y la libertad del ave sonora y luminosa frente a la esclavitud de la máquina:
Y ahora el pajarillo de la vida 
guarda al fondo de sí 
cuatro acordes de luz, 
la melodía pura de las nubes.

Esta Lírica industrial es una nueva muestra de la madurez poética de Rubén Martín Díaz, una de las voces más interesantes y más verdaderas de la poesía española actual.

Y quien lea estos textos sabrá que está ante un poeta verdadero y que en la armónica dicción, en el cauce musical de sus versos y en la honda verdad de sus poemas toca a un hombre que amanece fundido en el paisaje, más allá del invierno y del ruido de los compresores, los engranajes y las válvulas, para celebrar la mañana de la luz y del pájaro, el verano del vuelo y la palabra:

Y entonces la palabra
que, temblando, como ave
que escapa de su jaula,
alzó su vuelo libre e inmortal
sobre la cima oscura del silencio:
y se hizo luz el canto.