02 abril 2024

Cántico espiritual




Uno de los atributos más característicos del texto clásico es su carácter abierto, que conlleva la consiguiente necesidad de interpretación de sus sentidos plurales. Pocos poemas como el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz reflejan esa condición poliédrica e inabarcable que precisa del asedio interpretativo. 

La propuesta más reciente es la que elabora Lola Josa, catedrática de los Siglos de Oro en la Universidad de Barcelona, que en su nueva edición del poema en Lumen, lo interpreta “a la luz de la mística hebrea”, como indica el subtítulo. 

Ya en su edición de la poesía de San Juan de la Cruz (Cátedra,1983) Domingo Ynduráin señalaba que el hermetismo y la cábala deberían ser estudiados a fondo en relación con el misticismo español del siglo XVI.

A partir de esa sugerencia, Lola Josa se propone en esta edición hacer una interpretación del Cántico espiritual en clave de la mística hebrea para “fijar el texto conforme al sentido bíblico estudiado por la tradición cabalística de la que san Juan de la Cruz es conocedor, tal y como revelan sus versos conservados en el manuscrito de Sanlúcar.”

Al vincularlo en su exégesis a la tradición sapiencial hebraica, Josa subraya las deudas del texto sanjuanista con la versión y el comentario del Cantar de los Cantares de su maestro fray Luis de León y con la que ofrecía de ese mismo texto la Biblia del Oso, la traducción desde el hebreo y el griego que Casiodoro de Reina publicó en Basilea en 1569. 

Esas dos influencias, sumadas a las enseñanzas de Gaspar de Grajar, biblista y hebraísta en la Universidad de Salamanca, defensor de la verdad hebraica a través del estudio de la Biblia en su lengua original hebrea, situarían a San Juan de la Cruz en la línea de un humanismo subversivo y reformista: “La filología -afirma Lola Josa- fue la mejor aliada de los humanistas españoles a la hora de profundizar en el estudio y la meditación de una espiritualidad como la judía.” Una espiritualidad caracterizada por la aspiración al vacío y el despojamiento que están en la raíz del Cántico espiritual.

La edición de las treinta y nueve liras que componen el poema toma como base el manuscrito de Sanlúcar de Barrameda -del que se ofrece una reproducción facsímil-, porque es “el testimonio más fiable -explica la editora- de cuantos conforman la historia textual del Cántico espiritual y que, además, contiene la versión original del propio Juan de la Cruz de las «Declaraciones de las Canciones entre el Alma y el Esposo». Se conserva en el convento de las carmelitas descalzas de la localidad gaditana, en cuyo primer folio, bajo la datación que hemos transcrito, se especifica que «este libro es el borrador de que ya se sacó en limpio», y a continuación le sigue la firma de «Fray Juan de la Cruz».”

Tras un excelente estudio introductorio que aborda las circunstancias en las que surge el Cántico espiritual, con un fray Juan encarcelado durante nueve meses en el convento del Carmen calzado de Toledo (“En una oquedad de seis pies de ancho y unos diez de largo, con un respiradero de tres dedos, fue concebido el Cántico espiritual”), el núcleo de la edición lo constituyen los profundos comentarios que interpretan de cada una de las canciones, articuladas argumentalmente en una secuencia de diez momentos en la que se alternan varias voces: La espera (1-11), De regreso (12), Unión (13-18), Embriaguez de amor (19-26), Canción nupcial (27), Conjuro de amor (28-30), Súplica (31-32), Canciones nupciales (33-34), Éxtasis (35-38) y la Voz narrativa (39) que pronuncia los cinco misteriosos y deslumbrantes versos finales:

Que nadie lo miraba, 
Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía.

“Lo”, Aminadab y El escudo de David son los tres ejes de sentido que analiza Lola Josa en su comentario a esa sugerente y hermética estrofa final. Escribe allí: “No solo el Faraón [Aminadab], sino su ejército -el cerco- y los soldados montados a caballo -la caballería- aquietan su violencia -sosegaba- combativa. Al quedar la unión última consumada abandonan el acecho porque cualquier ejército se ha vuelto innecesario. Todo queda conformado ‘con el espíritu interior’, y recogido ‘a gozar de los deleites que él goza’. Lo que el deseo movilizaba el Amor ha silenciado y aquietado.”

Y así se van deslindando algunas claves textuales del Cántico: el abismo desconocido y el movimiento erótico del alma, el no saber y la vida en la muerte, el templo en el oído y la senda del corazón, la fuente cerrada y la protección del silencio, la lengua de fuego y el camino del amor hacia el centro, el huerto regado y la fragancia del vacío, el secreto de las montañas y las riberas verdes, el vuelo de la paloma y las aguas infinitas, la serena noche nupcial y la llama poderosa, en un proceso hermenéutico que se vincula siempre a la luz cabalística de la mística hebrea.

Bajo esa línea de interpretación, como señala Andreu Jaume en la Presentación del libro, “el Cántico espiritual amplía su resonancia y su alcance y demuestra que su autor fue uno de los más radicales de su tiempo, verdadero precursor de una vivencia religiosa que, a medida que se desarrollara la modernidad, se revelaría más verdadera y extrema, por cuanto trataba de salvar la esencia de la relación con la divinidad a través del canto y la palabra y más allá de los límites de la doctrina y las guerras de poder, como luego seguirían defendiendo en el norte de Europa otros místicos, entre ellos Angelus Silesius o Jacob Böhme. Para decirlo con la imagen del Maestro Eckhart, cuanto más nos adentramos en esa gran noche oscura del alma, más luz encontramos en las tinieblas, ahora gracias a la labor de Lola Josa.”

Es otra cartografía para navegar hacia las ínsulas extrañas y las canciones oscuras y luminosas del Cántico sanjuanista, en el que convergen también diversas tradiciones literarias: desde el bíblico Cantar de los cantares a Garcilaso, desde las églogas de Virgilio a la poesía popular castellana, desde la mística sufí al neoplatonismo, del hermetismo a la cábala.

Tradiciones convergentes para expresar una experiencia mística que, por su carácter irracional e intransitivo, es esencialmente inefable y plantea en consecuencia no sólo la dificultad de ser traducida a la lógica de la expresión lingüística, sino también la de rastrear las confluencias ideológicas y estilísticas que sustentan su elaboración verbal y la construcción de su sentido para sustanciarse finalmente en el crisol donde se funde su admirable materia poética.