El aleph del surrealismo
“Frente al espejo, nos vemos abocados a interrogarnos sobre la naturaleza exacta de la realidad, sobre los vínculos que unen las representaciones mentales con los objetos que las suscitan. […] Más allá de su encanto, de la curiosidad y las emociones que nos despiertan las historias, los cuentos y las leyendas, más allá de nuestra necesidad de que nos procuran distracción y olvido, sensaciones agradables o aterradoras, el verdadero propósito del viaje maravilloso, como ya podemos comprender, es la profunda exploración de la realidad universal”, escribe Pierre Mabille en la Introducción de su monumental El espejo de lo maravilloso, que publica Atalanta con un prólogo de André Bretón y traducción de Adrià Pujol Cruells.
En esa misma Introducción en la que delimita el objetivo y el contenido de su libro, Mabille define su obra como “una colección de mapas, desde la cartografía de los sentimientos apasionados hasta el planisferio celeste, pasando por los diagramas en los que los piratas representaban la ubicación de su tesoro enterrado.”
Se aborda así a través de una antología textual una novedosa indagación en lo maravilloso colectivo, en la tradición culta o en el folclore, y una sugerente exploración del universo poético a partir de sus temas esenciales: la creación, la destrucción y el fin del mundo, el miedo a la muerte, las catástrofes naturales y las pruebas purificadoras del héroe, la lucha contra la muerte, la travesía desde el más allá y el mito de la resurrección, los viajes por el camino de lo maravilloso, que “va desde las profundidades del abismo hasta las cumbres escarpadas”, la predestinación y los sueños o la búsqueda del Grial.
Temas esenciales presentes en cuentos y leyendas de diversas tradiciones y de muy variada procedencia: de la Alicia de Lewis Carroll al Matrimonio del Cielo y el Infierno de William Blake, de El asno de oro de Apuleyo a las Iluminaciones de Rimbaud, del Fausto de Goethe a Un médico rural de Kafka, de las Metamorfosis de Ovidio a la Atlántida de Platón, de las leyendas tibetanas o egipcias al Metzergenstein de Poe, de las historias finlandesas del Kalevala a las nórdicas de Sigfrido, de los Veda a los cuentos australianos sobre la creación del mundo y al Apocalipsis de San Juan, de la mitología mesopotámica de Ishtar y su descenso a los infiernos a los mitos precolombinos del Popol Vuh, de Chrétien de Troyes a René Char, de los conjuros mexicanos a los cuentos árabes y los relatos chinos, del África subsahariana a los tratados herméticos de alquimia, de Paul Éluard al viaje de Gilgamesh, de Los Cantos de Maldoror de Lautréamont a la leyenda de Osiris o de Tasso a Shakespeare.
Cuentos y leyendas en los que se cruzan lo místico y lo onírico, los ritos y los lugares sagrados, la imaginación y el mito, la tradición popular y la culta para invocar los bosques y el fuego, los misterios del amor de la Sulamita en el Cantar de los Cantares y las joyas milagrosas, los objetos mágicos y las búsquedas, los encuentros y los regresos, las islas encantadas y la raíz de la mandrágora, los viajes iniciáticos y el ámbito del sueño, los conjuros y las apariciones.
Y por debajo de la superficie diversa de esos relatos y leyendas tan distantes en apariencia, transcurre una misma corriente espiritual que refleja la unidad de conciencia y la persistencia en todas las tradiciones y en todas las épocas de las mismas preguntas y las mismas respuestas por medio de los mitos propios de cada cultura.
Mabille publicó en 1940 El espejo de lo maravilloso, que se convirtió muy pronto en una obra de referencia, en un clásico del que en el prólogo de la reedición de 1962 escribía Breton: “El espejo de lo maravilloso... Que no quepa duda de que Pierre Mabille hizo pesar –en polvo de oro– los dos términos de este título. Nada define mejor lo maravilloso que su oposición a «lo fantástico», que, por desgracia, nuestros contemporáneos tienden cada vez más a utilizar como su sustituto. El problema es que lo fantástico casi siempre cae en el orden de la ficción intrascendente, mientras que lo maravilloso ilumina el extremo más alejado del movimiento vital y comprende todo el ámbito de las emociones. En cuanto al espejo, nos hace saber que, si es posible encontrar en él una comparación con nuestro espíritu, debemos reconocer que «su plateado consiste en el rojo fluir del deseo».”
Antes que muchas otras cosas, esta antología que alimenta el imaginario poético universal a partir de la imagen del espejo como metáfora de lo maravilloso es el aleph del surrealismo. Y la vinculación entre la poética surrealista y el impulso de lo maravilloso la explica de esta manera Pierre Mabille:
El surrealismo ha tenido la virtud de aclarar el problema de la inspiración, que hasta ahora se consideraba un don divino, misterioso y personal. El uso sistemático de los sueños y de la escritura automática, el rechazo del control consciente y la abolición de las clasificaciones artísticas han permitido el regreso a las fuentes de lo maravilloso.
“¿Dónde reside lo maravilloso?”, se pregunta Pierre Mabille en uno de los párrafos de su introducción. Esta magnífica antología comentada de textos que se reflejan en el espejo de lo maravilloso es no solo una respuesta a esa pregunta -“Lo maravilloso está en todas partes”-, sino sobre todo una invitación a penetrar en su ámbito a través de la palabra imaginativa y creadora.
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