18 junio 2024

Cartas de Kafka

 


“Hoy ha llegado tu carta, Felice, así que se ha perdido una, tu carta o la mía, es abominable. A partir de ahora voy a enviarte regularmente una carta certificada cada quince días. Sí, hay mucho que decir, pero decirlo en cartas abiertas es casi imposible. Además, casi siento aversión hacia las cartas; ¿de qué sirve que lo escrito salga bien si todo lo demás fracasa?”, decía Franz Kafka en la carta que dirigía desde Praga a Felice Bauer, que estaba en Berlín. Era el miércoles 3 de marzo de 1915.

Y a pesar de esa aversión declarada hacia las cartas, Kafka escribió centenares de ellas, como las que recoge el quinto volumen de las Obras Completas de Kafka en la edición de Galaxia Gutenberg que dirige Jordi Llovet, el segundo de los tres que reúnen por primera vez en castellano, con la nueva traducción de Carlos Fortea, la serie integral de su epistolario.

Publicado en 2018 un primer tomo con sus cartas entre 1900 y 1914, con traducción de Adan Kovacsics, este segundo volumen recoge las pertenecientes al periodo 1914-1920, un momento central en la vida y en la escritura de Kafka, cuando empieza a escribir El proceso, redacta la parte final de El desaparecido y compone En la colonia penitenciaria

Como explica Jordi Llovet en el prólogo, estas cartas “están dominadas, ante todo, por el dilema permanente que Kafka vivió- y expresó tanto en su correspondencia como en sus diarios, así como en parte de su obra narrativa- entre su necesidad de aislamiento para poder escribir y su voluntad de establecer algún tipo de lazo con la sociedad. Algo que testimonia, por un lado, su interés en ver publicada su obra, y por otro, su esfuerzo continuado por alcanzar una relación sentimental estable.”

Como se indica en la ‘Nota inicial sobre esta edición’, “el recorrido de cerca de seis años que abarca el presente volumen comprende unos años decisivos para Kafka, que se adentra en ellos en su madurez y a quien se le declara, justo en la mitad del mismo, la enfermedad que acabará con su vida. La manifestación de la tuberculosis redefinirá -como se deja ver bien en estas cartas- la actitud de Kafka hacia la vida -y hacia la muerte- tanto como su relación con la escritura, que alcanzará una nueva dimensión para él.”

Desde la carta que dirige a Erna Bauer, la hermana de Felice, con la que había tenido ya una primera ruptura, el 28 de agosto de 1914, muy poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, hasta la larga misiva que envía desde Praga a Milena Pollak, que estaba en Viena, el domingo 18 de julio de 1920, se recogen en secuencia cronológica más de medio millar de cartas, muchas de ellas (casi doscientas) inéditas hasta ahora en castellano, en una nueva traducción de Carlos Fortea que parte de la exigente y probablemente definitiva edición crítica alemana de Hans-Gerd Koch.

Al igual que en el tomo anterior, “se trata de proponer para estas cartas un itinerario de lectura que se corresponda con el de la trayectoria biográfica de Kafka y, al hacerlo, brindar al lector las herramientas adecuadas para ubicar y contextualizar cada carta en esa trayectoria.”

Son decenas las personas a las que Kafka dirige sus cartas, pero sus padres y su hermana Ottla, su confidente entre 1917 y 1920, sus amantes Felice y Julie Wohryzek (con la que se comprometió efímeramente en otoño de 1919 con el rechazo frontal de su padre), sus amigos Max Brod (tan decisivo como discutible en la difusión de su obra) y el filósofo Felix Weltsch, el editor Kurt Wolff (que publicó las primeras ediciones de El fogonero, La condena, La transformación, En la colonia penitenciaria y Un médico rural) y Milena Pollack son los destinatarios más frecuentes de esas cartas.

A Felice Bauer, a la que, tras recuperar la relación rota en 1914, remite ciento sesenta y siete cartas entre 1915 y 1916, le escribe la última el 16 de octubre de 1917. En esta, la penúltima, redactada entre el 30 de septiembre y el 1 de octubre de 1917, se despide tras unos días felices compartidos en Marienbad: 

Te consta que hay en mí dos seres que combaten entre sí. Que el mejor de los dos  te pertenece es algo de lo que dudo menos que nunca en estos últimos días. Del curso de la lucha has estado informada durante cinco años mediante palabras o el silencio o una mezcla de las dos cosas, la mayor parte de las veces para tu tormento. Si me preguntas si he sido siempre veraz, sólo puedo decir que nunca, ante ninguna otra persona, me he abstenido tanto de mentir de modo consciente o, para ser más exactos, nunca me he abstenido con tanta energía de hacerlo como ante ti. Ha habido algunos disimulos, mentiras muy pocas, suponiendo que pueda haber «muy pocas» mentiras. Soy un mentiroso, no puedo mantener el equilibrio de otra forma, mi barca es muy frágil. […]
No preguntes por qué levanto una barrera. No me humilles de este modo.

Desde la primavera de 1920 hasta la ruptura en julio de ese mismo año, las dirigidas a Milena (más de sesenta en tres meses) constituyen, “como en el caso de Felice Bauer, un espléndido corpus de cartas que desde que que vio la luz ocupa un lugar de excepción no sólo en el marco de la correspondencia de Kafka, sino en el de su obra entera”, según se afirma en la nota sobre la edición.

La intensa y conflictiva relación de Kafka con Milena, una mujer casada, explica la importancia de estas cartas en el conjunto de la obra del autor de La metamorfosis. Hay comentaristas que han visto esa correspondencia no como un complemento marginal de su obra literaria, sino como una esencial de ella, como una novela de amor expresada con una sola voz, porque de esa relación epistolar sólo conocemos una parte: no se conservan las cartas a Kafka de Milena, que publicó su necrológica el 6 de junio de 1924.

En aquellas cartas, que empezaron siendo ceremoniosas y que acabaron siendo  diarias -Kafka habla en una de ellas de su deseo inmoderado de cartas-, encontró una forma de contacto si no más satisfactoria sí menos problemática que la de la relación directa. Frente a su propia inseguridad, veía en Milena la imagen de la firmeza y la seguridad de una mujer decidida y dueña de su destino. 

Y tal vez lo mismo que le atraía de Milena -su experiencia, su desenvoltura, su inteligencia- es lo que le acabó asustando. En una de sus cartas Kafka se refiere al doble efecto, perturbador y tranquilizante, que le produce su relación con Milena. Posiblemente sea eso lo que explique la resistencia de Kafka a viajar a Viena para encontrarse con ella, aunque finalmente iría.

Porque Kafka hablaba de una Milena epistolar, no de la Milena real, cuando decía en una carta a su amigo Max Brod que era un fuego vivo como nunca había visto antes… Y al mismo tiempo extraordinariamente delicada, valerosa, inteligente. 

Había entre los dos una dependencia mutua que explica el ritmo febril del intercambio epistolar durante esos pocos meses de 1920. Pero sus proyectos vitales divergentes, y posiblemente también un problemático contacto físico durante los cuatro días en que Kafka estuvo con ella en Viena, provocaron una ruptura temprana, que fue ya inevitable tras otro encuentro, de unas horas, en Gmünd, del que la relación salió ya rota.

La angustia empieza a sobrevolar a partir de entonces las cartas de Kafka, que le dice a Milena en una de ellas que su relación es imposible porque los dos están casados: ella con un hombre en Viena, él con la angustia en Praga.

Tras varios anexos que recogen casi cien cartas dirigidas al autor de El proceso, además de las dedicatorias conservadas de Kafka y a Kafka, se incorpora un voluminoso cuerpo de notas aclaratorias a cada carta.

Y finalmente varios apéndices ofrecen unas iluminadoras reseñas biográficas de los destinatarios de las cartas, una minuciosa cronología de la vida de Kafka en ese periodo y seis índices que facilitan la consulta de las cartas desde distintas perspectivas.