Las guardas, de Javier Sánchez Menéndez
Julio Mariscal Montes
Los mejores poemas de Julio Mariscal Montes (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1922-1977) permanecen inéditos. Los herederos deberían consentir que lo magistral y más sublime del poeta de Arcos saliera a la luz. Es como una larga sombra que planea sobre la obra de Julio.
Arcos de la Frontera es un municipio donde la poesía se afianzó gracias a los versos de un joven que mantenía buena relación con escritores y una intensa actividad en las revistas literarias. Sus allegados, y también poetas, descubrieron que la poesía de Julio era capaz de oscurecer las propias. Y, aunque le alababan en público, a hurtadillas taponaban una creación que respiraba verdad y pureza.
No logro descifrar la diferencia entre la buena voluntad manifestada y las zancadillas que le propinaron durante toda su vida. Las lágrimas y el llanto eran de cocodrilo, y el conocimiento escaso. Los mejores versos de Julio Mariscal siguen sin ver la luz. Un error que debe corregirse. Aunque antes se tenga que poner en su sitio a más de uno con la simple lectura. Aquellos que dificultan y empañan la obra de Julio deben leer a Julio. Pero deben leerlo sin considerarlo un enemigo, admirando los poemas con el propio amor que el poeta siempre manifestaba.
Corral de muertos, primer libro publicado en 1953, deja sentadas las bases de su cátedra poética. Nos dice el poeta "para que se cumpliera tu hermosura". Y la hermosura se culminó en libros posteriores, en Pasan hombres oscuros (1955), el poeta desvela su deseo: "Y desde aquí me supe, / abrazado a tus ojos para siempre, / que el quererte era más que una moneda / lanzada al 'cara o cruz' del desearte".
Desde que falleció Julio Mariscal allá por el año 1977, en Arcos de la Frontera dejaron de existir los poetas, no hay más poetas que Julio, cuya sombra sigue vagando por la calle Corredera.
Ese artículo, que apareció el 5 de octubre de 2013 en Cuadernos del Sur, suplemento literario del diario Córdoba, abre Las guardas, que publica La Isla de Siltolá, un volumen en el que Javier Sánchez Menéndez reúne una selección de sus colaboraciones en ese medio entre 2013 y 2024.
Casi un centenar de columnas en las que conviven, como en ese texto inicial, las grandezas de la literatura y las miserias del mundillo literario: de la ética y la estética en Ángel González y Nicanor Parra al magisterio poético de la pureza de Antonio Carvajal, de María Zambrano y su respeto a la palabra a los Diarios de Kafka, de la agonía de Fuentepiña “entre la desgana y el descrédito”, al poema fundacional de Parménides, transitan por estas páginas el negro de Cela y los premios, las ferias del libro y las autoediciones encubiertas, la feria de las vanidades literarias y la lucidez de Santayana y Luis Rosales o la denuncia de la crítica servil y de la impostura de personajes como Juan Cruz (“Hay que leer a Juan Cruz. Para bien o para mal hay que leerlo. Aunque solo sea para leer lo que no se debe leer”).
El lector se encontrará con afirmaciones como estas:
La literatura de verdad está por encima de los criterios, y de los registros, y de los tonos, y de las entrevistas. La literatura de verdad está por encima de los propios autores. La literatura auténtica comenzará a ser Literatura después de que, al menos, hayan transcurrido 500 años.
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El mundo literario apesta, pero además de atufar, contagia. Es aquello de escribir para triunfar.
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La concesión de un premio literario debe ser un orgullo para el ganador, un trabajo bien hecho y neutral para los miembros del jurado, y una delicia para el lector. Todo lo demás es mentira.
O con esta frase, tanto más llamativa cuanto que el que la escribe es un editor:
9 de cada 10 libros que se publican en España son basura, o lo que es lo mismo: 900 de cada 1000 libros publicados son eso, basura. Se han empeñado las editoriales, que se hacen llamar independientes, en presentarnos traducciones que precisan de un manual de entendimiento, de comprensión y hasta de justificación. Las otras editoriales, las multinacionales, solo publican basura, y no merecen el más mínimo comentario.
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