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31 agosto 2024

Casanova según Zweig




Se cuenta a sí mismo su vida —ése es todo su mérito literario—, pero, a decir verdad, ¡qué vida la suya! Cinco novelas, veinte comedias, un sinnúmero de novelas cortas y episodios, un rebosante racimo de situaciones y anécdotas encantadoras, todo eso encerrado en una sola existencia fluida y desbordante. Aparece entonces una vida en sí misma plena y rica como una obra de arte perfecta que no ha contado con el auxilio ordenador del artista o el creador.
Y es en ello donde se revela del modo más convincente el desconcertante misterio de su fama, porque no es la manera de describir y relatar su vida la que revela a Casanova como un genio, sino la forma en la que la ha vivido. Lo que otros tienen que inventarse, él lo experimenta mientras respira; lo que otros crean con su intelecto, él lo hace con su cuerpo cálido y voluptuoso. Es por eso que aquí la pluma y la imaginación no necesitan adornar a posteriori la realidad con sus trazos: basta con que sean el soporte de una existencia configurada de un modo dramático. Ningún poeta de su tiempo ha inventado tantas variaciones y situaciones como las vividas por Casanova, y mucho menos existe una biografía real que describa tantas curvas pronunciadas a lo largo de todo un siglo. Si intentáramos comparar con la suya, en el mero cúmulo de acontecimientos (no en la sustancia espiritual ni en la profundidad del entendimiento) la biografía de Goethe, por ejemplo, o la de Jean-Jacques Rousseau y otros contemporáneos, veríamos cuán pobres son estas últimas en diversidad, cuán restringidas por el espacio o cuán provincianas en la esfera social nos parecen esas biografías conscientes y dominadas por la voluntad creadora frente a esta otra biografía tumultuosa y elemental del aventurero, que cambia países, ciudades y clases, oficios, universos y mujeres, como quien se cambia de ropa; los primeros nos parecen unos diletantes en cuestiones de goce, del mismo modo que éste nos parecía un diletante en la creación. Porque es ésa, y no otra, la eterna tragedia del hombre de espíritu: que él, justamente él, llamado a conocer y a añorar toda la plenitud y la voluptuosidad de la existencia, permanece atado, sin embargo, a su misión, esclavo de su oficio, prisionero de deberes que él mismo se ha impuesto, encadenado al orden y a la tierra. Cualquier artista verdadero vive la mayor parte de su existencia en soledad y en una doble lucha con su creación; el hombre no creativo, en cambio, puede vivir entregado del todo a la realidad inmediata, de forma libre y disipada, puede ser el sibarita que vive la vida por el mero hecho de vivirla.

Stefan Zweig.
Tres poetas de sus vidas:
Casanova, Stendhal, Tolstói.
Traducción de José Aníbal Campos.
BackList. Barcelona, 2008.