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14 octubre 2024

Poe y la ciencia



A principios de febrero de 1848, los periódicos de Nueva York anunciaron un acontecimiento inminente y un tanto enigmático: «El jueves por la noche, Edgar A. Poe pronunciará una conferencia en la Society Library […] Tema: “El universo”». No podía existir un tema más impresionante, aunque nadie sabía qué les esperaba: ¿un cuento, un poema, una diatriba crítica? Podía hablar de cualquier cosa y de todo.
The Home Journal declaró: «De algo podemos estar seguros: que tendrá un pensamiento coherente, que será muy original, sorprendente y sugestiva». El señor Poe, «un anatomista nato del pensamiento, desmenuza el genio y sus imitaciones con una pericia que no tiene parangón en ningún lado del océano». El anuncio alimentó las especulaciones sobre el propio personaje. A pesar de su renombre, llevaba más de un año retirado de la vida pública.
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¿La conferencia de Poe sería literaria, científica o alguna novedad inesperada? El Weekly Universe comentó: «El señor Poe no es solo un hombre de ciencia, ni solo un poeta, ni solo un hombre de letras. Es una combinación de todo, y quizá sea algo más».
La charla suponía el regreso de Poe después de una fastidiosa ausencia. Había alcanzado la fama tres años antes con su poema «El cuervo».

Así comienza La razón de la oscuridad de la noche, la espléndida biografía de Poe en la que John Tresch aborda su conflictiva relación con la ciencia, una vertiente esencial para entender buena parte de su obra. La acaba de publicar Anagrama con traducción de Damià Alou.

En una época en la que los límites entre la ficción especulativa y la investigación científica eran todavía difusos, Poe tuvo una curiosidad constante por los adelantos de la ciencia y por las posibilidades que abrían para afrontar nuevos accesos a la realidad. Los avances en física o astronomía espolearon su imaginación y alimentaron obsesivamente una parte considerable de sus relatos. Cuentos como Berenice, El caso del señor Valdemar, La caída de la casa Usher o Los asesinatos de la rue Morgue permiten rastrear esa influencia en la cosmovisión de Poe.

Por eso, explica John Tresch, “este libro cuenta toda la historia de la vida de Edgar Allan Poe, pero desde una nueva perspectiva. Devuelve la cosmología de Poe a su lugar, en la cima de su vida y pensamiento, y muestra su obra como una singular expresión de las tumultuosas ideas y pasiones de su época, completamente ligadas a la aparición de la ciencia moderna.
Poe exploró las excitantes perspectivas y los traicioneros puntos ciegos de las nuevas maneras de ensamblar el mundo. Comprender su vida y su obra exige una gran atención a su compromiso con el pensamiento y los descubrimientos científicos. A su vez, la vida y la obra de Poe resultan profundamente reveladoras de la ciencia moderna en su momento decisivo. decisivo. […] El caso de Poe arroja una luz peculiar sobre las obsesiones y controversias de la ciencia del siglo XIX tal como se desarrolló en los Estados Unidos. Su obra encarna las tensiones que la definieron: entre la difusión popular y el control de la élite, entre la empatía y el desapego, entre el entusiasmo divino y el gélido materialismo.”

Apoyado en una sólida documentación, de la que son buen reflejo las casi cien páginas que ocupan las notas, este ensayo de investigación es el resultado de un nuevo enfoque interpretativo y supone una aportación de primer orden al entendimiento global de la obra narrativa y ensayística de Poe, que había adquirido conocimientos de matemáticas e ingeniería, de química y astronomía en sus cuatro años como cadete en la Academia militar de West Point y que posteriormente siguió interesado de manera crítica en la ciencia, que está en la base de una parte importante de su obra narrativa: la relacionada con los relatos de terror o con los de ciencia ficción.

Y es que “los relatos fantásticos, sus historias de detectives y sus escritos no narrativos dramatizaban el acto de indagación y las luchas, miedos, esperanzas y engaños del hombre que lo emprendía. Su invención de nuevos efectos y su búsqueda de causas ocultas sitúan a Poe en el centro de la vorágine de la ciencia estadounidense de la primera mitad del siglo XIX.”

John Tresch evoca aquella conferencia de Poe en Nueva York en febrero de 1848 sobre los orígenes del universo, que se publicó al año siguiente con el título Eureka. Un ensayo sobre el universo material y espiritual. En ella tenía puesta Poe sus esperanzas no sólo de rehabilitación en el mundo literario, sino de fama y riqueza, porque pensaba hacer una gira nacional de conferencias en las que se cobraría la entrada. 

Con su voluntad de indagar en el misterio y con su capacidad para construir conjeturas que explicasen el misterio del universo, Poe se sumaba con esa conferencia con su teoría cosmológica a la obsesión de la ciencia de su época en torno al origen y evolución del cosmos. 

Una conferencia que un reportero del Morning Express describió como la más elaborada y profunda que había escuchado nunca, y que fue recibida “con cálidos aplausos por el público, que había escuchado con subyugada atención hasta el final.”

Poe, que a menudo malinterpretó o no entendió los avances de la ciencia, tendía a confundir la realidad y la ficción, y consideró absurdamente que aquel texto cosmofilosófico era su cima intelectual, que  acabaría revolucionando el mundo de la ciencia física y de la metafísica. Por eso, en una carta a su suegra el 7 de julio de 1849, tres meses justos antes de morir el siguiente 7 de octubre, escribiría: “No deseo vivir. No he logrado nada desde que escribí Eureka.”

“Poe -concluye Tresch- describió las nuevas certezas y las eternas ansiedades de su lugar y su tiempo. Aparte de los hechos de su propia historia, telegrafió la fascinaciones y los terrores del simple hecho de estar vivo. Poe, al enviar señales a los lectores que descubrirían su obra mucho después de su muerte, avivó la penetrante luz de la razón y abordó la oscuridad de su estela.”