Custodio Tejada. Rinzenmuseum
“Rinzenmuseum tiene algo de templo, pero también de ágora y oráculo,” explica Custodio Tejada en el prólogo con el que abre su Rinzenmuseum, la colección de haikus, tankas y poemas más extensos que reúne en un volumen organizado en cuatro secciones unidas por la mirada asombrada del poeta a la realidad: “El asombro -afirma en ese prólogo- es el hilo de Ariadna que recorre todo el libro, entendido como un estado de consciencia en busca de lo trascendente.”
Porque la elección de una forma de mirar es la clave que explica el molde formal de los versos, la sutileza y la levedad con la que aspiran a captar y a transmitir “el momento hecho eternidad, consciencia, autenticidad y verdad poética.”
Y de esa manera la percepción sensorial del instante se transforma en experiencia intelectual o espiritual, en meditación o en honda emoción que se sustancia verbalmente en poemas que convierten “el silencio en un estado del alma que roza la mística del asombro” y hacen de Rinzenmuseum “un libro místico, por lo que tiene de sagrada la condición del alma y la estética de lo inefable.”
Lo inefable, el asombro, la consciencia, la búsqueda de transcendencia, la revelación, la epifanía, las iluminaciones cifran una ambiciosa aventura poética y de conocimiento en la que Custodio Tejada nos invita a entrar en “el jardín de los instantes” (Miras al cielo, / escuchas lo que lees, / sinestesia) o nos enciende las luminiscencias de los “tankas del periquete”, como en esta Tormenta:
No son luciérnagas,
son chispazos de luz,
solo relámpagos
de un mechero de yesca
para encender la noche.
Una experiencia poética que culmina en el puente místico de la parte final del libro, que contiene poemas largos de voluntad más narrativa, como este Perfume y miel:
I
Aquella primavera
se marchitó muy pronto
y el jardín quedó umbrío,
destartalado, arisco.
Nunca supo el secreto
que escondía la flor
en su silencio
hasta que abeja y miel
despertaron la luz
de un largo sueño.
II
Abejas somos de cada instante
que como flores entregan el néctar
a nuestra vida
tantas veces marchita cenicienta.
Y mientras tanto, el tiempo hace la miel
con los recuerdos que, al fin y al cabo,
son la colmena
del ser que nos define,
la paz que falta hace
y devuelve la luz de lo que fuimos.
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