Las personas del verbo
Un amplísimo aparato crítico culmina la edición de Carme Riera y Félix Pardo de Las personas del verbo de Jaime Gil de Biedma que acaba de aparecer en Cátedra Letras Hispánicas.
Es la primera edición crítica del conjunto de la obra poética de Jaime Gil de Biedma, como explican los editores en la espléndida introducción. “Pese a tanto fervor por el autor, hasta el momento ningún estudioso de la poesía gildebiedmiana se ha ocupado de ofrecer una edición crítica, tarea que nosotros hemos llevado a cabo. Para que el trabajo pudiera considerarse definitivo hemos sido lo más exhaustivos posible, no solo cotejando las diversas ediciones de los distintos poemarios sino también buscando los poemas publicados en antologías y revistas tanto nacionales como extranjeras. Ha sido una labor de años porque a veces nos ha resultado complicado acceder a los textos.”
Tras la reproducción de los textos exentos de Según sentencia del tiempo, Compañeros de viaje, Moralidades y Poemas póstumos (en un apéndice se añaden los poemas no incluidos en la edición definitiva de Las personas del verbo), el volumen incorpora las notas que el propio Gil de Biedma escribió para las distintas ediciones de su obra poética, entre ellas una imprescindible Nota autobiográfica en la que se se lee:
“Quizá hubiera que decir algo más sobre eso, sobre el no escribir. Mucha gente me lo pregunta, yo me lo pregunto. Y preguntarme por qué no escribo inevitablemente desemboca en otra inquisición mucho más azorante: ¿por qué escribí? Al fin y al cabo, lo normal es leer. Mis respuestas favoritas son dos. Una, que mi poesía consistió —sin yo saberlo— en una tentativa de inventarme una identidad; inventada ya, y asumida, no me ocurre más aquello de apostarme entero en cada poema que me ponía a escribir, que era lo que me apasionaba. Otra, que todo fue una equivocación: yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema.”
Poeta fundamental en la segunda mitad del siglo XX en España, Gil de Biedma encontró su propia voz en el diálogo con la poesía inglesa, concibió la poesía como simulacro de la experiencia, a través de una persona lírica que expresa no la realidad de la anécdota, sino la perspectiva que la afronta, la recuerda o la reconstruye como espejismo. Es la perspectiva distanciada de una mirada externa que se proyecta sobre sí mismo, transformado en personaje, en persona del verbo.
Browning y Tennysson en el XIX, y después Pessoa, Eliot o Borges crearon personajes para atribuirles otra vida, para explorar otras dimensiones de lo humano. Gil de Biedma tuvo bastante con ese complejo personaje que se llamaba Jaime Gil de Biedma, con el que practica un juego de espejos, de ironía y de máscaras. Eso explica – para empezar- el título que el autor elige para su obra. Esas personas que viven en el poema y a las que se refería al sesgo en su conocida declaración: “Yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema.”
Al integrarse en esa tradición, que es en gran medida también la de Luis Cernuda, el autor de Las personas del verbo se suma a la llamada poesía de la experiencia, entendida no como mera imitación de la realidad, sino como el simulacro de una experiencia.
En El pie de la letra recogió Gil de Biedma la mayor parte de su obra crítica, esencial para entender su poesía. Porque, como en Auden, su referencia más constante, en Gil de Biedma se unen constantemente conciencia crítica e impulso lírico para vertebrar una obra coherente. Una obra en la que se compaginan la lucidez reflexiva y la creación poética en la determinación de algunas claves esenciales que subyacen a la aparente sencillez de sus versos: la compleja voz que habla en el poema, por qué y en nombre de quién habla y a quién se dirige.
Hay en El pie de la letra un ensayo, “Como en sí mismo al fin”, que debería figurar como prólogo o epílogo de cualquier edición de su poesía. Allí se pueden leer estas líneas:
Un poema moderno no consiste en una imitación de la realidad o de un sistema de ideas acerca de la realidad -lo que los clásicos llamaban una imitación de la naturaleza-, sino en el simulacro de una experiencia real.
“Lo que pasa en un poema -se reafirmaba Gil de Biedma en una entrevista- jamás le ha pasado a uno. Como decía Auden, los poemas son anteproyectos verbales de vida personal.”
La búsqueda del tono, de una voz propia, le plantea un reto a Gil de Biedma. Su preocupación poética es conseguir una modulación expresiva en la que se reconcilien el lenguaje hablado y el lenguaje poético y para ello tuvo muy presentes los modelos de la poesía moderna francesa, de Gérard de Nerval a Baudelaire, y de la lírica inglesa de Wordsworth, Browning, Yeats, Eliot o Auden.
Y como en la poesía de Luis Cernuda, encontrar una voz personal es sobre todo cuestión de tono. Encontrar ese tono, modular la voz que habla en el poema es, junto con el desarrollo rítmico de su unidad melódica, la clave de un buen texto poético.
Y esa es también una clave esencial para entender su evolución: la búsqueda y el desarrollo de esa tonalidad. Si Compañeros de viaje es la historia de un despertar que tiene como eje el paso de la adolescencia a la edad adulta y el viaje a la madurez vital y la conciencia de grupo, entre la apertura al exterior y la tendencia al aislamiento, Moralidades representa su madurez poética, es un libro en el que se cruzan las ideas con los sentimientos y la conducta en un erotismo que oscila entre lo pandémico y lo celeste.
Gil de Biedma ha encontrado ya ese tono que se proyecta en su última entrega poética, Poemas póstumos, un libro escrito desde la conciencia trágica del tiempo y la pérdida de la juventud. En esos poemas Gil de Biedma ha acrecentado la distancia irónica hacia sí mismo como personaje, proyectado en la vejez y la muerte. Es lo que ocurre en sus textos más significativos, «Contra Jaime Gil de Biedma» y «Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma», que termina con estos versos
Yo me salvé escribiendo
después de la muerte de Jaime Gil de Biedma.
De los dos, eras tú quien mejor escribía.
Ahora sé hasta qué punto tuyos eran
el deseo de ensueño y la ironía,
la sordina romántica que late en los poemas
míos que yo prefiero, por ejemplo en Pandémica…
A veces me pregunto
cómo será sin ti mi poesía.
Aunque acaso fui yo quien te enseñó.
Quien te enseñó a vengarte de mis sueños,
por cobardía, corrompiéndolos.
A partir de ese momento muere el personaje, es decir, calla el poeta. Esta es la «Canción final» que cierra Las personas del verbo:
Las rosas de papel no son verdad
y queman
lo mismo que una frente pensativa
o el tacto de una lámina de hielo.
Las rosas de papel son, en verdad,
demasiado encendidas para el pecho.
“El camino de la vida, desde antes de llegar in mezzo -escriben en la Introducción Carme Riera y Félix Pardo- hasta el final, incluso tras la muerte del Jaime Gil que mejor escribe, se va trazando a través de los distintos poemas, el recorrido por un sujeto poético que se metamorfosea por mor del tiempo y de las circunstancias, en diversas personas, aunque todas se reúnan en un solo dios verdadero que es su autor. De ahí, tal vez, el título de su obra casi completa, Las personas del verbo, que, alusión trinitaria, por un lado, y gramatical por otro, se vincula a esta búsqueda de homónimos y heterónimos necesarios para el entendimiento de uno mismo. No en vano la poesía de Gil de Biedma consistió, según sus propias palabras, «en la tentativa de inventarse una identidad», pero incluso una vez inventada vuelve sobre ella y, en «Contra Jaime Gil de Biedma», juega a escindirse y, en «Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma», a sobrevivirse. Sin embargo el autor pone como excusa el hecho de haber logrado inventarse esa identidad para dejar de escribir e incluso también para que su obra sea tan breve.”
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