18 enero 2025

Marina Tapia. Piedra que mengua

 




Mirad mi corazón de estalactita.
Me llueve el mundo dentro, 
una serenidad acuosa se perfila.
Soy más de la intemperie que de mí.
Tormento y aguijón 
traspasan mi techumbre.
Todo reduce el agua del vivir.
Constriñe lo salmódico. 

Piedra terrestre.
Piedra que mengua 

De ese último verso toma su título Piedra que mengua, el último libro de Marina Tapia, reflejo de un proceso poético de desnudez espiritual, de viaje depurativo hacia dentro y hacia lo hondo que confirma que la del poeta es una labor minera de excavación en lo profundo en busca de las raíces minerales y los cimientos de la propia identidad, un buceo simbólico en la memoria geológica que se inicia con estos cuatro versos:

En el comienzo 
aquella voz magmática 
fundía sobre lava 
su profundo nombrar.

Una “voz magmática” que desde esa incandescencia explora una escritura telúrica (“escribes desde dentro de la tierra”) para fundar en ella la “piedra matriz” con la que construir los cimientos que permitan habitar “la casa del ascenso”. 

Porque en esa labor minera de excavación hacia lo hondo y de construcción del cimiento sobre el magma y la lava se sustenta un proceso posterior de elevación que desde lo purgativo llega a lo unitivo “en un trance ascético-lírico” al que se refiere Pura Fernández Segura en su prólogo.

Y, como la mística, la poesía de “roca conmovida” en la que se proyecta la emoción depurada en metáforas de Piedra que mengua es poesía radicalmente amorosa atravesada por el constante diálogo entre el yo lírico y el tú amado que se funden en el nosotros transformado del poema final:

Me has dado otro semblante 
más fiero, más opaco, pero cierto.
Dormí sueños de piedra que no sueña.
Hoy vuelvo a ser basalto, 
pizarra y arenisca, 
hoy vuelvo a ser mapuche, 
la hija de la tierra, 
serena como templo bajo el sol.

Has mezclado mi voz con arcilla.
Has herido el instante.
Has hecho de la roca mi refugio.