24 enero 2025

Provocadores y paganos

 


Cuando el emperador Constantino el Grande enfermó de lepra, en torno al año 315, estaba dispuesto a tratarse con el remedio convencional de bañarse en sangre de niños, pero un sueño le dijo que buscara ayuda del papa Silvestre I en lugar de ello. Obedeció; el papa lo bendijo y su lepra desapareció. Constantino mostró su gratitud otorgando al papa y a sus sucesores el dominio sobre todo el territorio occidental de Europa, incluida la península italiana. El emperador hizo que el regalo se registrara en un documento conocido como Donación de Constantino. La escena de la firma fue inmortalizada posteriormente en un fresco del Vaticano pintado por discípulos de Rafael en la década de 1520: puede uno detenerse frente a él y ver con sus propios ojos cómo sucedió.
Salvo que esto nunca sucedió, algo que ya era muy sabido en el momento en que se realizó el fresco. La historia de la lepra era solo eso, una historia, y el documento, una falsificación, al parecer creada en el siglo VIII y utilizada posteriormente para reforzar las reivindicaciones territoriales del papado, al tiempo que justificaba el deseo de los emperadores alemanes de autodenominarse sacros emperadores romanos.

Sarah Bakewell.
Provocadores y paganos.
El asombroso viaje del humanismo.
Traducción de Joan Andreano Weyland.
Ariel. Barcelona, 2024.