Un viaje entretenido, el teatro del siglo XVI
Del ameno diálogo de comediantes que Agustín de Rojas Villandrando publicó a principios del siglo XVII toma su título Un viaje entretenido, el volumen dedicado al teatro del siglo XVI con el que Julio Vélez-Sainz abre la colección Teatro y artes escénicas en el ámbito hispánico que publica Cátedra. Es el estudio que inaugura un ambicioso proyecto que bajo su dirección analizará las distintas épocas del teatro y las artes escénicas en el ámbito cultural hispánico.
Organizada como las piezas del teatro clásico en tres jornadas precedidas de un introito sobre la herencia medieval del teatro como juego entre lo profano y lo sagrado, esta primera entrega aborda con rigor y en profundidad un completo panorama general del hecho teatral, articulado, como en el resto de la colección, en tres aspectos:
Los fundamentos del hecho escénico, el espectáculo y la representación, los recursos lingüísticos de la comicidad y la conformación del tipo cómico (el rufián, el soldado, el bobo o el gracioso), la gestualidad expresiva o performativa y el vestuario, las máscaras, la escenografía y la iluminación natural y artificial, la música, los bailes y los efectos sonoros, la preceptiva de géneros y las formas dramáticas: de la comedia a la tragedia, de la farsa a la égloga dramática y a las formas breves de los pasos o los entremeses.
Los distintos contextos del hecho teatral: del teatro cortesano al contexto popular del teatro de calle en las fiestas religiosas, el papel del público y los espectáculos callejeros: titiriteros, saltimbanquis y volatines, la profesionalización de los autores y los actores, el nacimiento de los corrales de comedias, el contexto culto del teatro universitario y el renacimiento de la tragedia clásica con Cervantes, los ámbitos de la representación teatral en la América hispana o la transmisión y conservación de los textos.
El legado del teatro renacentista en los siglos XX y XXI, de las que hay varios testimonios gráficos en el cuadernillo central: la representación de clásicos como los pasos de Lope de Rueda o los entremeses cervantinos en el proyecto de La Barraca durante la Segunda República, la escenificación de La Numancia en la guerra civil, los primeros clásicos cara al sol como Juan del Encina, inspirador del escudo de Falange, la pasión franquista de Lucas Fernández (“cuyo Auto de la Pasión es posiblemente la obra de teatro quinientista con más puestas en escena durante el franquismo”) o el legado en la democracia con las adaptaciones cervantinas de Nieva (Los baños de Argel, en 1979) o Marsillach (La gran sultana, en 1992) o con la creación de la compañía Nao d’amores, con la que Ana Zamora rescata una buena parte del repertorio del teatro renacentista, desde Gil Vicente hasta Torres Naharro, desde Juan del Encina a Jerónimo Bermúdez.
Se completa así una magnífica visión panorámica sobre el primer teatro clásico español del siglo XVI, “el siglo más importante de la escena en la península -afirma Julio Vélez-Sainz-, pues presenta su principal evolución: el paso del juego sagrado y profano al del teatro comercial, cristalizado de manera clara en el nacimiento del corral de comedias.”
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