Antología de los Ensayos de Montaigne
“Este es un libro de buena fe, lector”, decía Montaigne en la presentación de sus Ensayos. Al publicar sus primeros volúmenes en 1580, adelantándose en un cuarto de siglo al Quijote y en dos décadas a Hamlet, Montaigne no sólo se convertía en uno de los padres de la modernidad, sobre todo estaba fundando un género que ahonda en el conocimiento de sí mismo –“yo mismo soy la materia de mi libro”- y que indaga subjetivamente en la realidad, porque, explicaba en el ensayo sobre la educación de los hijos, “esto que aquí escribo son mis opiniones e ideas; yo las expongo según las creo atinadas, no para que se las crea. No busco otro fin que descubrirme a mí mismo.”
Montaigne empezó a escribir sus ensayos a los 38 años, en 1572, cuando, hastiado del mundo y afectado de melancolía por su orfandad reciente, se retiró al castillo familiar para dedicarse, por este orden, a la lectura, la reflexión y la escritura “consagrando al reposo y a la libertad el sosegado aposento que heredé de mis mayores.” A esas alturas de su vida ya sabía algo que luego diría en sus ensayos: que a medida que el hombre exterior se destruye, el hombre interior se renueva.
Desde esa tranquilidad del retiro del campo, dedicado al estudio, Montaigne se convierte en un clásico cercano que nos habla directamente -“hablo sobre el papel como hablo con el primero que encuentro”-, en un intelectual lúcido, escéptico y antidogmático, en un humanista comprensivo, de pensamiento incisivo y asistemático, en un escritor irónico que, a la vez que creaba el nuevo género del ensayo, usaba en su prosa el estilo de la libertad, un estilo intermedio entre la altura literaria y el uso corriente.
Así empezó a consolidarse un modelo estilístico capaz de combinar la elegancia y la transparencia. Pero no se trataba de una mera cuestión de estilo, sino de algo más hondo y más transcendente: de la construcción de un modelo cultural y social que sería durante décadas el más representativo de la modernidad literaria en Europa.
Alianza Editorial publica en su colección Literaturas una espléndida antología de los Ensayos de Montaigne que llega hoy a las librerías. La edición la ha preparado Mauro Armiño, responsable de la traducción, la selección, las notas y el prólogo, donde concluye que “es en ese cruce de literatura y filosofía, en última instancia de vida y pensamiento, donde Montaigne podría reconocerse, porque, como él quería, sus ensayos no pretendían ser otra cosa que una «conversación entre amigos»: por ejemplo, el punto de partida de un hecho personal; por ejemplo, una caída del caballo sufrida por Montaigne, el texto se orienta, no hacia una reflexión centrada en su persona, sino hacia consideraciones sobre la respuesta del hombre ante la adversidad. Esa conversación sobre múltiples temas de la vida real, de las costumbres, hecha para amigos y entre amigos es lo que constituye la modernidad de Montaigne, dado que en muchos de los aspectos que trata y sobre los que expresa su opinión, bastante moderada en ocasiones, bastante pacificadora, sigue siendo en el siglo XXI un generador de ideas benéficas y provechosas.”
Una pertinente cronología de Montaigne y una bibliografía actualizada de las principales ediciones y los estudios recientes de los Ensayos cierra esta magnífica selección de ensayos en los que Montaigne aborda los grandes temas que han recorrido la historia del pensamiento y de la literatura con espontaneidad y libertad, como textos abiertos que van de la tristeza a los caníbales, de los mentirosos a la Filosofía como aprendizaje de la muerte, de la incertidumbre de nuestro juicio a la vanidad de las palabras, de la crueldad a la cólera, de la conciencia a la holgazanería, de la cobardía al arrepentimiento.
Como “el más clásico de los modernos y el más moderno de los clásicos” lo definió Harold Bloom, que en El canon occidental escribía que “Montaigne habla de sí mismo a lo largo de 850 páginas, y todavía queremos saber más de él, pues representa no al hombre medio, y desde luego tampoco a la mujer, sino a casi todos los hombres que tienen el deseo, la capacidad y la oportunidad de pensar y leer.”
Con los Ensayos Montaigne aspiraba a conocerse a sí mismo y a mostrarse a los demás: “Quiero -escribía en el proemio ‘Al lector’- que en él se me vea en mi manera de ser simple, natural y ordinaria, sin afectación ni artificio: porque es a mí mismo a quien pinto.”
<< Home