Mar de las Ágatas
MAR DE LAS ÁGATAS
Oigo el mar dentro de mí, escucho sus latidos
en mi alma y no entiendo a qué viene esta música,
la melodía que suena en ese acordeón
que conforman las olas en su batir continuo.
He subido hasta aquí para encontrar el aire que me falta
allí abajo, y porque su elocuencia inflama mis pulmones
como quien recio sopla sobre un acantilado
y cree que lo intimida tan solo con el eco.
No entenderás el ritmo que acompasa tu mente
fluyendo entre las notas de un violín que suspira,
ni el ansia de infinito que asciende hasta tus párpados,
muchacho gris que arropa las luciérnagas
y amortaja los lirios donde dormitan libres.
Has llegado hasta mí convocando a las aves,
en un batir de alas y en su aplauso de alivio
para morir mañana como quien forja un sueño.
Pon tu oído en mi pecho y escucha entre rumores
este son acordado que en el ansia me late,
ahora que te alejas por esta verde fronda.
De ese texto que reúne muchas de las claves del libro, toma su título el reciente libro de José Antonio Sáez, que tras recoger su Poesía reunida (2010-2020) en La memoria en llamas en esta misma Editorial Alhulia, publica Mar de las Ágatas, “inmerso -como señala el mismo en el prólogo- en un proceso de decantación poética y lingüística a la par; siempre tras el objetivo de esa conciencia espiritual que se identifica con el encuentro del hombre consigo mismo. […] El mar a que alude el título simboliza la inmersión del yo poético en la conciencia espiritual, que queda supeditado a ella, acunado por la mansedumbre de las olas que vienen a morir en la playa desierta.”
Organizados en tres partes (‘Fuente de las lágrimas’, ‘Arpa de David’ y ‘Arcos florales’), sus poemas de serena cadencia clásica despliegan imágenes que encauzan el difícil equilibrio de la emoción contenida y la honda meditación existencial en torno al amor y la muerte, la mirada y la memoria, la conciencia del tiempo y la extinción, el dolor del desplome en caída libre y la esperanza del ascenso, porque “nadie puede ascender si no ha caído antes”, como escribe en el poema dedicado al Descendimiento, el cuadro de Roger van der Weyden.
Con homenajes explícitos a San Juan de la Cruz y a García Lorca, a Luis Rosales y Miguel Hernández, Mar de las Ágatas es una conmovida reflexión existencial sobre la pérdida. Una reflexión que indaga con sosiego y con una intensa carga emocional en el misterioso tránsito de la vida a una muerte ante la que se alza el quevediano amor más poderoso que la muerte, porque, como señala el poeta en el remate del prólogo, “no hay muro infranqueable contra la muerte que no sea el amor.”
Desde “la melancolía de un tiempo de cenizas / que le advierte de que eso es ya irrecuperable”, esa idea de que la muerte nada puede contra el amor es uno de los ejes vertebrales del libro, que insiste en ella con versos como estos:
Y me niego a la idea
de que pueda la muerte escindir el amor
que tanta vida dio para extinguirse luego.
O en la salida de la noche en la espera del amanecer al final de ‘Canción’:
Dime que un ángel azul me acoge entre sus brazos
y que se hará de día, aunque la noche reine hasta rayar el alba.
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