Poemas mínimos de Atilano Sevillano
Dichoso el poema
cuando nos arrastra
al centro del vacío,
a la desnuda sencillez.
Y nos acoge en el silencio
de su propia música.
Con esa ‘Mínima poética’ abre Atilano Sevillano sus Poemas mínimos (Ediciones Rilke), un extenso conjunto de poemas breves de tono minimalista, reflexivo y confidencial en los que la desnudez expresiva es el cauce elegido para la meditación sobre el misterio de la vida y el tiempo o para la expresión contenida del sentimiento amoroso, de la soledad y la pérdida:
Se diría que nada es nuevo ya,
que ya está todo dicho.
Pero hay que seguir
escribiendo desde la herida
y nombrar lo que importa
o ejercer el arte de callar.
Que hay que intentar espantar
las sombras que nos acechan.
Y acariciar la secreta armonía
que las palabras ordenan.
Y dar con el poema
que abra y funde
su propio mundo
y el nuestro.
La reflexión sobre la capacidad creadora de la poesía y la palabra, la evocación del recuerdo y la invocación de los sueños, la indagación introspectiva en la incertidumbre y los contrastes de la existencia o la mirada al espejo de la identidad son algunos de los temas que abordan estos textos, que son un ejercicio de depuración verbal:
Hoy estoy en modo poético:
he soñado aladas palabras,
sin embargo no alcanzan
para fundar
el silencio creador.
Hoy me siento poeta,
mi mejor manera
de estar solo.
Y al fondo el unamuniano “Piensa el sentimiento, siente el pensamiento”, como un programa poético implícito que recorre unos Poemas mínimos que cierra este texto:
Coda que no es
Ya no silban en el aire
las palabras.
Agazapado estás
canto cautivo.
Busco tu rostro
en la encrucijada.
Y en el corazón
del mundo,
el balbuceo
del poema.
<< Home