09 marzo 2025

Quien tiene miedo muere a diario




 23 de mayo–19 de julio de 1992

Habíamos quedado a primera hora de la tarde del viernes 22 de mayo en el aeropuerto de Ciampino. Falcone, como hacía a menudo, me llevaría a Palermo en un avión del Estado.
Por la mañana me telefoneó para avisarme de que había un cambio de programa. Francesca no iba a poder salir del trabajo a tiempo. El despegue se aplazaba veinticuatro horas. «Giovanni, creo que, para llegar a Palermo el sábado por la noche y volver a salir el lunes por la mañana, mejor me quedo en Roma. Gracias de todos modos y nos vemos la semana próxima.»
A las 17.59 de aquel sábado, quinientos kilos de trilita segaron cinco vidas y la dignidad de este país. Yo tenía que haber estado allí. Como en el caso de Ninni Cassarà, la balanza de la suerte se había inclinado por un pelo. La diferencia es que yo me salvé.
El domingo 19 de julio, tras volver de la playa, me encontraba descansando. Hacia las seis de la tarde oí un estruendo que me hizo saltar de la cama. Me asomé, pero no noté nada particular. Al cabo de unos minutos vi una enorme nube negra que se alzaba por encima del edificio de diez pisos situado delante de mi casa. Bajé a la calle. La escolta me siguió. Al cabo de doscientos metros nuestros ojos se vieron asaltados por una imagen que ningún ser humano debería contemplar. Y que no describiré. Tropecé con el torso quemado de un hombre. Era lo que quedaba de Paolo Borsellino. Fui el primero en verlo en ese estado. Seré el último en olvidarlo.

Giuseppe Ayala.
Quien tiene miedo muere a diario.
Mis años con Falcone y Borsellino.
Traducción de David Paradela López.
Gatopardo ediciones. Barcelona, 2025.