Dos tardes con Kafka
“Dos tardes no bastan para leer a un escritor. Pero dos tardes sobran para enamorarse. Dos tardes sobran para que las amistades echen a andar. Esta nueva colección de Alianza reivindica la profundidad que se esconde en la ligereza de dos tardes. Ese es el tiempo medio que los lectores pasarán con estos libros. La esperanza de sus autores —y la mía, padrino del invento— es que estas dos tardes sean solo las primeras que los lectores pasen en compañía del escritor objeto de cada título”, escribe Sergio del Molino en ‘Dos tardes para leer juntos’, el prólogo de la colección Dos tardes que dirige como editor invitado en Alianza Editorial. Una colección en la que han aparecido ya los tres primeros volúmenes: Dos tardes con Franz Kafka, de Manuel Vilas; Dos tardes con Jane Austen, de Espido Freire y Dos tardes con Joseph Roth, del mismo Sergio del Molino.
Me llamo Manuel Vilas y tengo sesenta y dos años. Me avergüenza llevar vividos veintidós años más que Kafka, porque no he sabido hacer gran cosa con esos veintidós años más de vida que el destino o el azar o el propio Kafka me han concedido. Espero ver a Kafka alguna vez, en esta vida o en cualquier otra vida. Porque él es el dueño de la realidad de los hombres.
Su gran maldición es la mentira de su muerte.
No está muerto.
Todos los escritores se mueren menos uno, uno que confirma la regla de que todos los escritores se mueren.
Dentro de su alma bailaban todas las criaturas que han existido, existen y existirán.
Así comienza Manuel Vilas el Epílogo de Dos tardes con Franz Kafka, que ha construido como un diccionario cuyas entradas son asedios y homenajes de lector agradecido al mundo de Kafka. Así comienza la que aparece bajo la voz Arte:
Franz Kafka no escribió ni una sola palabra que no contuviera todos los misterios de la vida y de la muerte. ¿Cómo lo hizo? Ni una descripción accesoria, ni un adjetivo prescindible, ni un sustantivo de más, ni un verbo sin cuchillo dentro.
Esto es un prodigio, porque no se da en ningún otro escritor. No se da ni en Cervantes ni en Shakespeare ni en Proust ni en Tolstói.
Esto pasa solo en Kafka.
Es arte todo el rato, no hay marco como en Las meninas o en La Gioconda .
Todas las frases son importantes.
Todos los diálogos de las narraciones de Kafka son trascendentes, insustituibles, mágicos y no contingentes.
A esto solo puedo llamarlo arte.
No vale la pena leer literatura si no llegas a Kafka.
Amo la literatura si está Kafka dentro, si Kafka no estuviera dentro de la literatura, la literatura sería como la marquetería, el aeromodelismo, la petanca o las oposiciones a notario.
No me enseñaron la literatura de Kafka en la universidad, donde curiosamente estudié literatura, ¿tiene explicación eso?
Kafka salva también del subdesarrollo.
Kafka salva también de la ausencia de Kafka.
Que no te expliquen a Kafka en una carrera de literatura en una universidad española es kafkiano, por tanto está bien, es correcto, es digno y bueno.
No hay nada que delate más a alguien que habla de literatura que el hecho de si ha leído o no a Kafka.
A los tipos o tipas que pontifican sobre la literatura sin haber leído a Kafka se les caza (se les kafka) al segundo. Son tontos de toda tontería.
Sin Kafka, solo hay terraplanismo en la literatura, eso quería decir.
Y no quiero faltar a nadie, pero estas palabras las dicta mi corazón. Cómo te vas a enamorar de Flaubert con lo feo que era y lo gordo que estaba o de Tolstói con esas barbas miserables, de cura chiflado.
¿Puede la literatura encarnarse en un cuerpo humano bajo una forma específicamente literaria?
El rostro de Franz Kafka y su sonrisa inadmisible.
Ese tono intenso y emocional atraviesa el volumen que Vilas dedica a Kafka y se anuncia ya en sus ‘Palabras previas para un diccionario sobre el mejor escritor del mundo’:
Yo no soy un lector de Franz Kafka, yo soy su enamorado.
Con mucha probabilidad, yo no me habría convertido en escritor si no hubiera leído a Franz Kafka, o si la obra de Franz Kafka no existiese. Si intento borrar la obra de Kafka de mi alma, me quedo sin vocación literaria. No me interesa la literatura si Kafka no es el dueño de la literatura. Lo cual no es un agradecimiento que yo quiera manifestar aquí a modo de elogio de la obra de Kafka, sino más bien una recriminación cuyas consecuencias ignoro, pero me aventuro a pensar que tal vez, de no existir la obra de Kafka, tampoco existiría la mía, y ese desvanecimiento o desaparición de cientos de páginas escritas hoy me parece deseable e incluso decente.
Y esa intensidad de lector agradecido se mantiene a lo largo del libro, con entradas tan apasionadas como esta, bajo la voz Espíritus:
Hay una densidad espiritual en la obra de Franz Kafka cuyo sentido es impenetrable. En mi opinión, encontró un camino para seguir estando vivo a través de su literatura.
Ningún escritor ha conseguido esto.
Nadie, ni Cervantes, ni Shakespeare, ni Tolstói, nadie.
¿Por qué no iba a nacer a finales del siglo xix el escritor más importante del universo?
La máxima fusión con el lector ocurre en el momento en que Kafka se mete dentro de ti, como si te poseyera. No es una posesión maligna; tampoco creo que sea una posesión benigna. Notas su presencia física a través de sus palabras. Lo ves vivo. Toda su obra es un monumento autobiográfico al servicio de su salvación personal en nosotros, los amigos de Kafka, los de ahora, y los que vendrán.
¿Un evangelio?
Tal vez la palabra sea delicadeza, una delicadeza.
Cuando te haces adicto a la lectura de Kafka, te haces adicto a una amistad, a una presencia, no a una obra literaria.
Por eso Kafka es el escritor más grande que ha existido en el mundo. El gran comisionista de las tinieblas. Si te haces su amigo, te regala un alto porcentaje de tinieblas, te hace un gran accionista de la empresa más exitosa del mundo: la oscuridad iluminada.
Son ejemplos de un diccionario personal en el que Manuel Vilas refleja su deslumbramiento por la figura y la obra de Kafka, desde sus tres novelas (El castillo, El proceso y América) hasta su torrencial correspondencia, pasando por sus diarios y sus relatos cortos. El fondo autobiográfico de su literatura, su forma de mirar el mundo y de vivirlo a través de la escritura, el carácter profético de su obra, el absurdo y el humor, el cansancio y el castigo, las figuras de Felice y Milena, la importancia providencial de Max Brod, el mal y el misterio, Praga, la soledad y el sueño, el tiempo y la vergüenza son algunos de los aspectos que Vilas aborda en esta aproximación entusiasta a Kafka y a lo kafkiano.
Cierra el volumen este magnífico ‘Post-Scriptum’, que resume el tono y la profundidad de esta inmersión en el universo humano y literario de Kafka y su vigencia en el mundo actual:
La doma de la vida
Franz Kafka lo consiguió para mí y para todos aquellos escritores que no saben que Kafka lo logró también para ellos. Consiguió domar la vida. Consiguió que las palabras le ganaran por una vez en la historia de la humanidad un milímetro al cuerpo de la vida.
En ese milímetro he vivido yo durante treinta y cinco años y seguiré viviendo lo que me quede. El milímetro prodigioso.
¿Qué consiguió?
El espejo de la esclavitud.
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