Antología de Javier Lostalé
CONFESIÓN
Escribo porque me salva, porque es lo único que me queda, porque fija un sonido, unas luces, el final de un acto de amor, el escenario de unas horas de deseo. Escribo porque están conmigo los que ya nunca estarán, porque bajo al mar desde la mesa donde apoyo la cuartilla y me quedo quieto en la memoria de un cuerpo, y prolongo unas voces hasta perder la noción del tiempo (días y años juntos, apretados en un instante que me deja sin defensa). Escribo porque al abrir el seno de una palabra encuentro la iluminación última del beso, porque pronuncio a solas mi única verdad: esa que después desmiento con mi vida. Escribo porque hay un llanto íntimo que me purifica desde que comienzo a hacer signos en el papel, porque poseo las cosas desde su respiración humana y puedo habitar aquello de lo que fui desterrado. Escribo para ser joven y alimentar una esperanza radical, para tener lo que no tengo y escuchar lo que nunca me dijeron. Escribo porque nunca fue más bello el engaño.
Ese texto, con el que Javier Lostalé abría en 1995 La rosa inclinada, es el que se ha colocado como pórtico de Revelación, la antología de su obra poética que publica Bartleby con selección y prólogo de José Cereijo, que señala que “un poco a la manera de lo que afirmaba Proust (‘La verdadera vida, la vida por fin descubierta y aclarada, la única vida, por consiguiente, plenamente vivida, es la literatura’), también para Lostalé lo vivido solo consigue plenitud en la experiencia de la escritura, que es entonces, como también sucedía en el autor francés, un ejercicio de lucidez; pero lo que en este aparece volcado hacia afuera, mediante una rememoración minuciosa de personas y sucesos, es en Lostalé, como decíamos antes, indagación íntima. Que no cae nunca, por otra parte, en la autocontemplación más o menos narcisística, porque no es la historia del individuo concreto que lleva su nombre lo que aquí se busca, sino una indagación a fondo en la condición humana, tal como se revela dentro de sí mismo; no, por tanto, la historia de un hombre, sino la del hombre.”
Una antología generosa y representativa de una trayectoria (una “biografía poética”, en palabras de Cereijo) en la que el propio Lostalé reconoce una “evolución que se corresponde con la edad y con lo vivido. En los primeros libros lo autobiográfico predomina, luego la poesía se va desvinculando del yo y el lenguaje se va haciendo cada vez más esencial. Es lo que ha ocurrido a partir de Tormenta transparente.”
Con Tormenta transparente, que apareció en 2010, recuperaba su voz tras un largo silencio. Y esa voz recuperada tenía una nueva tonalidad -más reflexiva, menos confesional-, que es el resultado de un viaje desde la existencia hacia la esencia, de un recorrido desde la experiencia hacia lo hondo y de un creciente despojamiento poético que se reflejaría también en sus tres libros posteriores: El pulso de las nubes (2014), Cielo (2018) y Ascensión (2022), que toma su título de este espléndido poema:
No necesita alas tu ascensión.
Basta con haber sido visitado
por una transparencia sin tiempo ni espacio
en la que en único latido seas
sin saber nada de su origen,
solo dispuesto a consumarte
en entrega fiel a su enigma
donde entera leas tu vida
sin despertar de su música más secreta.
La luz de la memoria y el silencio del olvido en la niebla del mundo, el fuego del deseo y las sombras de la ausencia, la conciencia existencial y la purificación a través del fulgor revelador de la palabra recorren la poesía de Lostalé, un insistente ejercicio de búsqueda de la esencia y la plenitud, como en este texto de su último libro, que refleja el adelgazamiento del verso y su despojamiento expresivo:
PLENITUD
¿Qué mudo relámpago
puebla a quien ama?
¿Quién hasta su sombra invade
para en su respiración resucitar?
Sus oídos en insolación
escuchan siempre los mismos pasos,
y en surtidores de luz
su mirada se empaña
mientras se pronuncia
dentro de otro ser.
Todo el paisaje
es un pulso virgen
que se aduna
al horizonte de su pensamiento.
Sin hora ni lugar
en cuanto dice se consuma.
Vive ya sin nombre,
como quien no se pertenece
al ser solo un cautivo
de tan plena libertad.
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