Biografía de Sánchez Mazas
“Esta vida es la de Rafael Sánchez Mazas, el falangista que nació tres veces y que vive hoy, tras la damnatio memoriae de 2014, en una especie de purgatorio en el que su importancia como literato confronta con un incómodo pasado político”, escribe Maximiliano Fuentes Codera en la Introducción -“Los tres nacimientos”- de su biografía Sánchez Mazas. El falangista que nació tres veces, que acaba de publicar Taurus.
Una biografía rigurosa que se centra en sus dos facetas públicas, la del pensador político que fue uno de los fundadores de la Falange y la de escritor a tiempo parcial. Así resume el autor su vertiente política:
Sánchez Mazas fue un pensador sin duda sinuoso, como muchos en su época. Fue moderno y reaccionario, tradicionalista y culturalmente tolerante, católico convencido e ilustrado, bilbaíno y universal. Si hay una característica que lo definió en el ámbito político fue su manifiesta hostilidad a los ideales de la Revolución francesa de 1789, al pensamiento de Jean-Jacques Rousseau y a todos sus herederos, desde la socialdemocracia hasta el bolchevismo. Su modelo, decisivamente influido por el nacionalismo integral francés, fue la monarquía ilustrada, autoritaria y jerárquica. Sobre estos principios políticos y estéticos articuló sus propuestas, siempre en tensión con los ajustes que le exigieron los cambiantes contextos en los cuales se movió a lo largo de su vida. Expresó su visión a través de unos conceptos y unas referencias históricas y teóricas que coincidieron con las de su maestro Eugenio d’Ors. Su modelo siempre se aproximó al ideal de Tomás de Aquino y al de los reinados de san Luis y los Reyes Católicos, a quienes consideró ejemplos paradigmáticos en cuanto a la conformación de unas grandes unidades civiles que habían conseguido también mantener la independencia del Estado frente a las intromisiones de la Iglesia. Todo ello estuvo cruzado por la pugna constante entre unos arraigados valores católicos que siempre estuvieron en el sustrato de su postura política, familiar y personal y la sospecha constante sobre la actividad de la Iglesia católica en el mundo de la política. […] Sánchez Mazas se movió en medio de dos cuestiones: fue uno de los más importantes creadores de la doctrina falangista y también se encargó en momentos puntuales de la argumentación a posteriori. El estudio de este aspecto es otro de los ejes del presente libro.
Y en torno a su actividad irregular como escritor, añade Fuentes Codera esta caracterización general:
A pesar de que sus amigos recordaron con insistencia su valor como poeta y animador cultural en todos los círculos que frecuentó desde su juventud, sus trabajos vieron la luz de manera fraccionada en periódicos y revistas o se leyeron en conferencias que en muchos casos acabaron olvidadas. Algunos textos son eminentemente narrativos, más cercanos al relato; otros se parecen a divagaciones sobre sus obsesiones; otros muestran su esteticismo frente a la política y llegan a articular una teoría autoritaria, jerárquica, monárquica, católica y europeísta. En todos ellos se observa la pluma de un conservador ilustrado influido de forma notable por el fascismo italiano en las décadas de 1920 y 1930, de un escritor clásico y melancólico siempre buscando en la infancia y la adolescencia el paraíso perdido.
Como escritor no participó de ningún movimiento generacional. Estuvo alejado, por lo general, de las modas y no consiguió crear una escuela. Tampoco tuvo discípulos ni hizo demasiado por proyectarse como figura literaria. Según reconoció a César González-Ruano en una entrevista, su «poca obra» y su «escasa realización, tanto en lo político como en lo literario», limitaron su ascendencia. «No he correspondido sino mediocremente a la esperanza y a la ayuda que he recibido», corroboró Rafael en los años finales de su vida. Algo parecido sostuvo Francisco Umbral cuando escribió que Sánchez Mazas tenía «un gran violín literario y poca gana de tocar».
Como él mismo reconocía, a Sánchez Mazas le dominaba «un elemento nativo de pereza […] un gusto por preferir la vida cotidiana, corriente, sobre el trabajo literario».” Y esa pereza consustancial a su carácter, esa abulia que lastró su creatividad literaria tanto como su actividad política (sus incomparecencias públicas y su conocido absentismo incluso del Consejo de ministros cuando lo era sin cartera) seguramente explica, como señala Fuentes Codera, “por qué Rafael Sánchez Mazas ha recibido tan poca atención en términos biográficos. Cuatro fueron los ideólogos más importantes de Falange en los años republicanos. Tres de ellos, Ernesto Giménez Caballero, Ramiro Ledesma Ramos y José Antonio Primo de Rivera, han sido estudiados en biografías que tienen una indudable calidad y que han sido fundamentales para comprender los orígenes y el desarrollo del falangismo y el franquismo. El único que no tiene una biografía de la envergadura de las anteriores es Sánchez Mazas, el hombre que nació tres veces, la primera en Bilbao, la segunda en un bosque cercano al santuario de Santa Maria del Collell y la tercera en Soldados de Salamina, la novela que Javier Cercas publicó en 2001.”
De sus dos primeras vidas, la de quien nace en Madrid en 1894 y la de quien sobrevive en 1939 a un fusilamiento se ocupan los siete capítulos del libro, en los que se reconstruye la infancia de hijo único en Bilbao (“ese pueblo insoportable”) sin el padre muerto, que rememoró en las autobiográficas Pequeñas memorias de Tarín y La vida nueva de Pedrito de Andía; la juventud entre la literatura y la política, los estudios de Derecho en Madrid, entre la Universidad Central y el colegio universitario de los agustinos en El Escorial, años decisivos en su formación ideológica y en los que destacó como incipiente poeta. O su creciente proyección como intelectual y como escritor mientras se forjaba su rechazo al nacionalismo separatista vasco o catalán y sus ideas de España y de Europa bajo la influencia decisiva de Eugenio d'Ors, porque “el intelectual catalán fue imprescindible en la articulación de un discurso fundamentado en una serie de antagonismos -tradición y progreso; clasicismo y romanticismo- y conceptos -imperio, universalidad, latinidad, catolicidad, unidad.”
Poco después creció su proyección pública con su actividad como articulista en la prensa de la época (El Sol, El Pueblo vasco) y la forja del intelectual entre Melilla, donde estuvo como corresponsal en la guerra de África, y en la Roma del nacimiento del fascismo, con el que simpatizó de inmediato en los artículos que escribía para ABC. Muy cerca de Roma, en Subiaco, conoció a Liliana Ferlosio, quince años menor que él, con la que se casó. Allí nacerían sus hijos Miguel y Rafael Sánchez Ferlosio.
De vuelta a España en 1930, participó en la construcción del falangismo con José Antonio primo de rivera y García Valdecasas y cuando estalló la guerra civil se refugió en la embajada de Finlandia, donde escribió Rosa Krüger, la novela estetizante y evasiva que se publicaría póstumamente en 1984.
Y tras su traslado clandestino a Barcelona, donde sería detenido en enero de 1938 y encarcelado en el barco Uruguay, el fusilamiento por la espalda al que sobrevivió en un bosque cercano a Bañolas el 30 de enero de 1939. Ese segundo nacimiento, cerca del santuario de Santa María del Collell, fue el episodio sobre el que Javier Cercas construyó Soldados de Salamina y reivindicó, como antes Trapiello en Las armas y las letras, la memoria de aquel hombre casi resucitado que “representaba la continuidad entre el falangismo histórico y el nuevo régimen.”
Convertido en intelectual de referencia en el nuevo Estado, Sánchez Mazas, que era el falangista vivo más antiguo, “representaba la continuidad emocional con la Falange «auténtica» y era un personaje en principio poco problemático en relación con las tensiones que se vivían dentro del partido unificado.”
Fue ministro sin cartera, absentista y cesado pocos meses después por su problemática relación personal con el poder y sobre todo por su enfrentamiento con Serrano Suñer. Pero, a pesar de su posición periférica, mantuvo su prestigio como intelectual relevante en el régimen en conferencias, actos públicos y en la prensa para reivindicar el falangismo original del que había sido uno de los fundadores.
En sus últimos años, en los que volvieron a confluir política y literatura, escribió La vida nueva de Pedrito de Andía (1951), su novela más significativa, la obra que le dio más prestigio literario y en la que proyecto no solo su memoria autobiográfica sino las claves de su visión del mundo y de su concepción de la existencia.
Esos últimos años estuvieron marcados también por un progresivo alejamiento de la vida política y por la creciente obsesión por la crisis de la civilización occidental y por las desviaciones de los valores europeos. Fueron años que transcurrieron entre la colonia del Viso, el hotel Velázquez y la casona heredada en Coria hasta su muerte el 18 de octubre de 1966.
Remata el volumen un epílogo sobre “Su memoria y la nuestra”, entre la recuperación de su memoria que hizo Javier Cercas en Soldados de Salamina y la damnatio memoriae que retiró la placa que daba su nombre a un paseo en Bilbao. Escribe Maximiliano Fuentes Codera en ese epílogo:
La memoria, en última instancia, es un campo de batalla y un espacio de poder y, por tanto, siempre es dinámica. No hay memoria, sino memorias. Existio una memoria, una especie de borrador de autobiografía de Sánchez Mazas, escrita a varios manos: por él, por sus amigos y por los apologetas del franquismo. Tras ella, y en paralelo a la justa revindicación literaria liderada por Andrés Trapiello, con la novela de Javier Cercas se construyó otra memoria en el marco de un intenso debate sobre la mal llamada «memoria histórica» que se extendió a varios países europeos y que puso a Rafael Sánchez Mazas en el centro. Así acabaron por configurarse dos memorias, la suya y la nuestra. En las más de dos décadas que han pasado desde la aparición de Soldados de Salamina, la disputa entre ambas se ha decantado hacia la segunda y la lectura del presente ha acabado por ocultar muchos aspectos de la vida de Sánchez Mazas y del valor literario de su obra. La memoria ha ganado a la literatura y a la historia y, con ello, el recuerdo de Sánchez Mazas se ha ido difuminando.
Una biografía sólida, apoyada en un abundante aparato de notas, en una oportuna bibliografía y en un poblado índice onomástico que permite rastrear la red de vínculos humanos, políticos y literarios que conforman la vida pública y privada de Rafael Sánchez Mazas. Una vida resumida gráficamente en las imágenes del cuadernillo central, en donde por cierto se ha deslizado un error de fechas en torno al cortejo fúnebre de José Antonio, que partió desde Alicante hacia El Escorial el 20 de noviembre de 1939, no el 20 de febrero, cuando la ciudad levantina aún no había sido conquistada.
Una biografía que traza una imagen completa y compleja de quien “fue, como casi todo el mundo, una mezcla de cosas contradictorias: un poco ambicioso y otro poco diletante, un poco escritor compulsivo y otro poco perezoso, un poco alejado del poder y otro poco plenamente inserto en él.”
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