12 mayo 2025

Las naves quemadas de Sánchez-Ostiz

 

 


¿Qué hace un escritor de más de 70 años zascandileando en las redes? ¿Encontrar los lectores que no ha tenido en vida? ¿Tan importantes son esos rutinarios “Me gusta”?

Es uno de los fragmentos de Las naves quemadas, la espléndida antología de la prosa de no ficción de Miguel Sánchez-Ostiz que ha preparado Alfredo Rodríguez y publica La Isla de Siltolá en su colección Levante.

Resultado brillante de un trabajo de cinco años de recopilación, selección y ordenación de fragmentos de esa zona de la obra de Miguel Sánchez-Ostiz, lo que ofrece este amplio volumen no es una simple sucesión de fragmentos selectos. 

Porque, presentados y organizados en un nuevo libro, esos fragmentos procedentes de sus diarios y sus memorias, de sus artículos, sus libros de aforismos o sus ensayos adquieren otros significados añadidos al formar parte de una estructura, distinta e independiente de la original, que va tejiendo la composición de la antología y los obliga por tanto a establecer una nueva relación mutua. 

Una relación que sin tergiversar su sentido originario los hace dialogar entre sí en el nuevo contexto autónomo de esta antología de la obra de quien es, en palabras del antólogo, “uno de los más grandes escritores en prosa de nuestro país, alguien que lleva más de cuarenta años en la Literatura y ha publicado ochenta libros, y que ha cultivado el mundo de las letras prácticamente en todas sus facetas.”

En doce apartados de títulos orientadores ha organizado Alfredo Rodríguez esta magnífica selección miscelánea: Del oficio de escritor; Escribir un Diario; Libros, libros, libros; Sobre la poesía y los poetas; De la tregua con la vida y otros momentos de plenitud; Con nombre propio; Del paso del tiempo, la memoria y los recuerdos; De la vida y de su lado oscuro; Con fama de maldito, a contrapelo y ‘outsider’; De tus peores enemigos; Negra historia de la tierra y Del descalabro social.

De esa pluralidad de temas, intereses y enfoques deriva también la diversidad de tonos y perspectivas, de afinidades y de afectos (Álvarez, Perucho, Umbral, Félix Grande…), de desencuentros y decepciones que asoman en estas páginas para construir una imagen completa y poliédrica del Sánchez-Ostiz escritor y lector, inevitablemente y a la vez persona y personaje que, entre lo público y lo íntimo, delimita su perfil insobornable y su independencia en textos como estos:

Está la bandería. No parece posible expresar libremente lo que uno piensa sin ganarse un enemigo, un enemigo que no es anónimo, que tiene nombre y rostro, y que no perderá la oportunidad de demostraros su enemistad. Y eso solo tiene su origen en que no se admite otra forma de vida que la más primitiva y brutal de los clanes cerrados. Hay que pertenecer a alguno, por lo visto, de lo contrario uno está perdido. No es posible pensar distinto, pensar por cuenta propia, tener libertad de conciencia, ejercitarla, sin que esa actitud, estrictamente personal, despierte la animadversión la sospecha, la innoble acusación, el ominoso rumor, y en algunos bandos la delación. Claro que si el empeño de uno es lograr una aceptable libertad de conciencia, todas esas pejigueras le deben importar una higa.

Escritor de provincias. Ese oficio en el que el resentimiento, el rencor, la envidia y los celos son el viento, el motor y la argamasa segura y a la vez más inconfesable.

Los aduladores de hoy acaban siendo tus peores enemigos.

El éxito del prójimo y sus particulares trabajos se admiten mal y se perdonan peor.

La ciudad prohibida de las letras hispanas, una sociedad de halagos mutuos en la que no es fácil entrar, pero sí salir.

Tarde o temprano compruebas que los amigos de tus enemigos no pueden ser tus amigos.

Como señala Alfredo Rodríguez en su prólogo -‘Escribir para no rendirse o Por la fronda de Miguel Sánchez-Ostiz’-, “todos estos escritos autobiográficos y literarios, entretejidos con cada fibra de su vida e historia, constituyen un ejemplo por antonomasia del escritor total, del creador absoluto, de aquel que en el trabajo literario siempre ha encontrado su mayor liberación, porque su espíritu era ese trabajo y no entendía la vida sin él.”

Así lo resume el propio Sánchez-Ostiz en varios fragmentos de esta completisima y trabajada antología:

¿Para qué escribir? Para no darse por vencido, para no rendirse. Es lo que quise hacer desde muy joven. La verdadera muerte es desertar. Es preciso vencer la desgana, la tentación de echarlo todo a rodar, de considerar este poco de oficio un empeño fútil.

Escribes porque es lo tuyo, porque es en ese tablero de la escritura donde pusiste en juego tu vida, a trancas y barrancas, con claridades y borrascas. Porque escribiendo te sientes vivo, situado en lo real.

Se haya convertido en lo que se ha convertido, la escritura es mi único asidero, una forma de combatir este tiempo negro.

A uno le importa ya un bledo que le digan en tono peyorativo que se encierra en su torre de marfil o que busca refugio en el refinamiento, porque así es en efecto. Y diré que no es empeño fácil.

Cierra el volumen una Bibliografía que reúne los más de treinta títulos de la parte de la obra de Sánchez-Ostiz que se recoge en esta antología. Una antología que -explica Alfredo Rodríguez- “pretende buscar el deleite y la reflexión del lector, además de animarlo a introducirse en el vasto mundo de la obra diarística de alguien que no sólo es uno de los narradores más brillantes de nuestra literatura actual, sino un escritor total, un escritor todoterreno, que es capaz de desdoblarse simultáneamente en el tiempo en la escritura de diferentes libros, y va dejando aquí, en estos textos escogidos, buen rastro de ello.”