Carreteras que brillan en el bosque
Y nunca será tan tuyo un espacio,
una fuerza, una estela, la sombra
de un álamo de tiempo.
Ni pertenecerás tanto a un hogar.
Como en esos versos, intimidad familiar y paisaje natural conviven en Carreteras que brillan en el bosque, un espléndido libro, a la vez potente y delicado, con el que Ramiro Gairín obtuvo en 2024 el Premio de Poesía Ciudad de Salamanca.
Organizado en dos partes -Merecer los topónimos y Lograr el fuego- cuyos títulos también evocan un lugar de encuentro de lo personal y lo natural, del microcosmos y el macrocosmos, lo abre el poema Todo al cuerpo, que marca territorio poético con estos versos:
El niño solo en brazos halla el aire,
la madre está a menudo muy cansada,
el padre se tropieza con frecuencia.
Alrededor, las cumbres
no pueden prestar siempre su atención;
a veces la ciudad
solo tiene fatigas
para sus hijos pródigos.
Levantar una familia
no es ninguna figura literaria.
Es un trabajo físico
que solo puede hacerse con las manos,
con los pies en la tierra,
ofreciéndose al cuerpo.
Desde la cita inicial, la iluminadora presencia de la poeta Luise Glück se convierte en constante faro de referencia de estas Carreteras que brillan en el bosque. La conjunción de presente y pasado, de memoria y celebración, de comunicación entre el mundo exterior y el interior, de paisaje y biografía, de la naturaleza con la historia personal son algunas de las líneas continuas presentes en estas brillantes carreteras de Ramiro Gairín.
Líneas convergentes en las que ha quedado también la huella benefactora de Claudio Rodríguez para trazar un mapa de afinidades temáticas y tonales, para matizar la mirada y la dicción de un poeta que no oculta su ascendencia, porque esa genealogía no le quita nada a su voz personal.
Los versos iniciales de Alta demanda confirman lo que digo:
Quizá no haya un momento más sagrado,
en el que más encima se nos eche
la mirada de un dios, exista o no;
quizá no haya ocasión mejor
para disolverse en acción, sentir
que la tarea y uno son lo mismo;
quizá nunca se dé una comunión
mayor con lo creado, con lo extinto,
con lo que ha de venir,
con el hilo que a todo nos conecta
Poesía de la mirada y de la meditación vitalista, de la contemplación y el aprendizaje del asombro ante una realidad que otorga sus revelaciones, por estas Carreteras que brillan en el bosque discurren los pájaros y el viento, la paternidad y el árbol, los otoños y los límites del lenguaje, el jabalí mojado y el centro del bosque, el tiempo y los cerezos, transcurren las noches de verano y la hora violeta en un ecosistema poético y vital que respira en todo el libro, donde se refleja “la extraña vibración de la vida / que es vida porque sí.”
<< Home