27 junio 2025

La vida es sueño. Nueva edición



 (Sale en lo alto de un monte Rosaura en hábito de hombre de camino, y en representando los primeros versos va bajando.)

ROSAURA 
Hipógrifo violento,
que corriste parejas con el viento,
¿dónde rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama,
y bruto sin instinto
natural, al confuso laberinto
de esas desnudas peñas
te desbocas, te arrastras y despeñas?
Quédate en este monte,
donde tengan los brutos su Faetonte;
que yo, sin más camino
que el que me dan las leyes del destino,
ciega y desesperada,
bajaré la cabeza enmarañada
de este monte eminente
que arruga al sol el ceño de la frente.
Mal, Polonia, recibes
a un extranjero, pues con sangre escribes
su entrada en tus arenas;
y a penas llega, cuando llega apenas.
Bien mi suerte lo dice;
,mas ¿dónde halló piedad un infelice?

Con esas espectaculares silvas en boca de Rosaura, la mujer que ha sufrido antes una doble caída (la literal del caballo y la metafórica de la honra perdida), arranca La vida es sueño, una de las cimas literarias del Barroco español.

Es el comienzo deslumbrante desde el doble punto de vista de la teatralidad y la expresión poética de una de las obras fundamentales del teatro español del XVII y “la obra sin duda más conocida y estudiada de Calderón”, como señala Fausta Antonucci en el completísimo estudio introductorio de su nueva edición de La vida es sueño que publica Cátedra Letras Hispánicas.

En esa introducción Fausta Antonucci resume la relación entre la vida y las obras de Calderón (1600-1681), antes de acometer un profundo estudio monográfico de La vida es sueño en casi un centenar de páginas que abordan las claves fundamentales de la obra: la reescritura calderoniana del paradigma teatral del salvaje que habían llevado al teatro varios dramaturgos como Lope (El animal de Hungría y El hijo de los leones), Guillén de Castro (El nieto de su padre) o Vélez de Guevara (Virtudes vencen señales). 

Obras cuyos vínculos con La vida es sueño se exponen en esta introducción, que destaca que la presencia en todas ellas de “un protagonista en estado salvaje que, a través de una serie de hechos que demuestran su nobleza, llega a ver reconocido su derecho de heredar el trono” sugiere una posible alusión a la llegada al trono de Felipe IV, un heredero “no corrompido por las hipocresías y malas costumbres de palacio.”

Y pasando del paradigma al sintagma, Antonucci acomete el análisis del contenido de La vida es sueño como obra maestra de profunda originalidad: desde la dialéctica amor/honor y los deberes del príncipe hasta la estructura dramática de la obra y las condiciones de su puesta en escena, pasando por el conflicto torre/palacio, el motivo del horóscopo infausto y la cuestión del género dramático o el haz de significados que genera la obra en torno al proceso simbólico “vivir, soñar, despertar”, tan expresivo de la mentalidad barroca.

Un segundo apartado del estudio introductorio hace un pormenorizado recorrido por las diversas interpretaciones de la obra, que “viene gozando de una fortuna crítica y teatral prácticamente ininterrumpida desde el momento mismo de su creación.” Y a repasar esa recepción crítica se dedica esta segunda parte de la introducción, que aborda desde la importancia en la acción de la discutida presencia de Rosaura a los aspectos formales relacionados con la métrica y el estilo, pasando por el personaje de Basilio y su relación con Segismundo o las interpretaciones de la figura del gracioso Clarín, antes de analizar la historia textual de la obra y sus dos versiones: la que apareció en Zaragoza junto con otras obras de varios autores, seguramente el resultado imperfecto de una copia fraudulenta no autorizada por el autor, y la canónica, que apareció en la Primera parte de comedias de Calderón que se publicó en 1636 en Madrid.

Con un texto cuidadosamente editado y espléndidamente anotado, esta edición irreprochable de La vida es sueño será de referencia ineludible en los estudios sobre Calderón y el teatro áureo.