Era poeta y odiaba lo inexacto
Por lo demás, ahora me doy perfecta cuenta de que uno lleva a lo largo de toda su vida, en lo más recóndito de su cartera, la descripción de una agonía terminal. No tenía por qué ser una especialmente buscada; todas tienen algo casi rayano en la rareza. ¿Acaso no puede uno imaginarse a alguien que, por ejemplo, haya plagiado la muerte de Felix Arvers? Estaba en el hospital. Murió de un modo dulce y sereno, y la monja pensó que quizá con ello había llegado más lejos de lo que en realidad estaba. Dio una instrucción en voz alta sobre dónde encontrar esto o aquello. Era una monja bastante inculta; nunca había visto escrita la palabra corredor, palabra que precisamente en ese momento no se podía evitar; y así podía ocurrir que dijera «coledor», creyendo que se decía así. Entonces Arvers aplazó la muerte. Le pareció necesario que lo primero era aclarar este asunto. Fue muy instructivo y discutió con ella, explicándole que se decía «corredor». A continuación, murió. Era poeta y odiaba lo inexacto.
Rainer Maria Rilke.
Los apuntes de Malte Laurids Brigge.
Edición de Pilar Martino.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2016.
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