Defensa de los pelmazos
No dejemos que nadie se adule a sí mismo creyendo que abandona la vida familiar en pos del arte o el conocimiento; la abandona porque huye del desconcertante conocimiento de la humanidad y del imposible arte de la vida. Puede que tenga razón; pero no digamos que se rindió porque la señora Brown era antipática, o porque el tío Jonás era un pelmazo, o porque la tía María no le comprendía. Es mejor decir que, aunque podamos disculparle, no logró captar la exquisita fragancia del carácter de la señora Brown; que, aunque podamos disculparle, no detectó los oscuros pero delicados matices del alma del tío Jonás; y que, aunque podamos disculparle, no comprendió a la tía María. El pecado es aburrirse, no ser un pelmazo. Si se tienen en cuenta las debilidades de la humanidad, es posible comprender las revoluciones, las emancipaciones y la rotura de las cadenas. Pero el hombre fuerte, el ideal, se interesa por cualquier círculo en el que le haga caer el curso de la vida. El héroe es una persona hogareña; el superhombre se sienta a los pies de su abuela.
G. K. Chesterton.
‘Defensa de los pelmazos’.
En Correr tras el propio sombrero (y otros ensayos)
Traducción de Miguel Temprano García.
Acantilado. Barcelona, 2005.
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