Gelato con gelignita
Ahora Beethoven escribe solo para sí mismo, sin importarle lo que los demás piensen de su música. Han transcurrido doce años desde su último cuarteto de cuerda, el undécimo, que se suponía que era el serio. El Cuarteto n.º 12 proclama, con un pesado acorde unísono, una impenetrabilidad introspectiva.
El cuarteto está en Mi bemol mayor, ostensiblemente su tonalidad feliz. Tiene cuatro movimientos y dura cuarenta minutos. Pero desde el principio da la sensación de ser inestable. Un tema lírico se ve interrumpido por un nervioso parloteo en las cuerdas graves. Beethoven intercala dos veces un motivo repetido y sin ninguna razón temática evidente. Existe la tentación de tocar con dureza al borde de la nota; la atonalidad no está lejos y la belleza debería ser lo último en la mente del intérprete. El segundo movimiento es lento, construido sobre seis variaciones de creciente insondabilidad. El tercero se arranca a sí mismo como una costra. En el finale, Beethoven introduce una breve recompensa, un tema que reconocemos de la Novena Sinfonía. ¿Es esto alegría? ¿Adónde se dirige? ¿Lo sabe?
Norman Lebrecht.
¿Por qué Beethoven?
Traducción de Barbara Zitman Roos.
Alianza Música. Madrid, 2024.
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