06 septiembre 2025

Con el trust de cerebros en Egipto



No es sorprendente —pero sí lamentable— que una empresa occidental sin precedentes, que fue magna en dimensiones y en trascendencia cultural, haya sido prácticamente desconocida para la población culta del mundo occidental. La mayoría de las historias y biografías, si la mencionan, le dedican unas pocas líneas que la asocian al fracaso militar de Bonaparte y no a su éxito cultural. El tema que ha sido así desatendido es la expedición de eruditos, científicos y artistas franceses a Egipto en el año 1798. Es ésta sin duda una tropa olvidada: 167 hombres de alta valía, sacados de sus escuelas, estudios y laboratorios, de conformidad con una orden del gobierno francés y dirigidos por el general Bonaparte. En origen la idea fue de Talleyrand.
El gobierno, Bonaparte y los savants (o sabios, como se llamó al grupo que acompañaba al Ejército de Oriente) tenían cada uno un propósito diferente. El gobierno (el fugaz Directorio) quería mantener a distancia al joven general cuyas victorias en Italia le habían dado gran popularidad. Bonaparte creyó que la gloria le llamaba para ser fundador de un imperio de Oriente: si conquistaba la India, Inglaterra se debilitaría y podría ser un segundo Alejandro. El camino pasaba por Egipto. En cuanto a los sabios, lo que buscaban eran nuevos conocimientos y posiblemente aventuras.
La media de edad de éstos era 25 años. El mayor, el matemático Monge, con quien había hecho amistad Bonaparte, tenía el doble de edad y compartió con su amigo Berthollet, un químico, la dirección de la mayoría de las operaciones. El más joven, que no llegaba a los 15, era uno de la media docena de estudiantes de la Escuela Politécnica, que envió también igual número de profesores y 33 ex alumnos. El resto eran físicos, químicos, ingenieros, botánicos y zoólogos, geólogos, médicos y farmacólogos, arquitectos, pintores, poetas, músicos (uno de ellos, musicólogo) y un maestro impresor entre el personal de apoyo. De los invitados, sólo rehusaron dos científicos y cuatro artistas, alegando su edad y obligaciones familiares. Muchos intentaron unirse al grupo, aunque ninguno de los 167 (ni el ejército) sabía a qué punto «de Oriente» se dirigían. Era imperativo mantenerlo en secreto hasta el momento mismo de bajar a tierra: Nelson y su flota inglesa patrullaban el Mediterráneo.
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Es imposible dar una idea suficiente de lo que este trust de cerebros, el primero y mayor de su especie, logró en 20 meses en unas cuantas páginas o incluso un libro entero. La Descripción de Egipto ocupa 20 volúmenes de tamaño descomunal —aproximadamente 137 centímetros por 71—. El motivo de este formato era conseguir que los grabados de los monumentos egipcios — de uno en particular— fueran ilustrativos hasta el último detalle. Todo Egipto aparecía trazado en 47 mapas. La publicación, iniciada tras el regreso a Francia, fue laboriosa y necesitó un cuarto de siglo. Los derechos devengados debían beneficiar a los autores, la mayoría de los cuales eran ya ancianos, para criterios de la época, y no pocos habían fallecido. Durante la expedición se habían producido unas cuantas bajas, la más perjudicial de ellas el asesinato del general Kléber después que hubo sucedido a Bonaparte en la jefatura.

Jacques Barzun.
Del amanecer a la decadencia.
Quinientos años de vida cultural en Occidente.
(de 1500 a nuestros días).
Traducción de Jesús Cuéllar y Eva Rodríguez Halffter.
Taurus. Madrid, 2022.