Animalario juanramoniano
En cinco partes -Criaturas del aire, Los amigos del hombre, Animales silvestres, Los amigos de Platero y Jardín de fieras- organiza Rocío Fernández Berrocal la poblada Antología de los animales en la obra de JRJ que ha titulado significativamente Platero y otros.
La abre una introducción en la que la reconocida especialista en la obra juanramoniana destaca que JRJ “defendía «frecuentar lo animal». En la esencia de los seres puros como los animales encuentra su propia profundidad como «animal de fondo» que se considera. El animal se conecta para él con el todo, algo de lo que se ha apartado el ser humano y a lo que debe volver.”
Platero y otros contiene un extenso animalario en verso y prosa que convoca a los volátiles y los domésticos, a los silvestres y a los amigos de Platero para concluir con un apartado final que reúne bajo el rótulo Jardín de fieras las “comparaciones audaces y líricas” que Juan Ramón prodigó a lo largo de su obra.
Y no siempre con buenas intenciones, como cuando llama a Hitler “Gorila alemán” y quizá también cuando afirma que Rubén Darío “tenía algo de gran marisco náufrago”, lo que no parece una comparación muy deseable ni embellecedora, francamente.
Y tras la antología, en un espléndido “Estudio final”, Fernández Berrocal destaca la importante presencia del reino animal en la vida y la obra de Juan Ramón, que se definió en un aforismo de Guerra en España como “libre animal poético”.
Así se titula el primero de los tres apartados de ese estudio final, que aborda también la intensa fusión juanramoniana del poeta y del hombre con la naturaleza, que “representaba para JRJ elementos clave en su vida y en su obra, la desnudez y la pureza, lo verdadero, lo esencial” y la identificación del poeta con el “humilde ruiseñor del paisaje” de sus Elegías lamentables.
“Soy animal de fondo de aire”, escribió en un poema de su tercera época, en la que sigue ladrando incesantemente un perro desde la cima poética de su poema Espacio:
No, ese perro que ladra al sol caído, no ladra en el Monturrio de Moguer, ni cerca de Carmona de Sevilla, ni en la calle Torrijos de Madrid; ladra en Miami, Coral Gables, La Florida, y yo lo estoy oyendo allí, allí, no aquí, no aquí, allí, allí. ¡Qué vivo ladra siempre el perro al sol que huye!
Lo publica la Editorial Okto, de Moguer, donde se presenta esta tarde en la Casa Museo Zenobia Juan Ramón Jiménez.
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