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21 octubre 2025

Cómo se forjó la Revolución francesa

  



“Los acontecimientos no vienen desnudos al mundo. Vienen revestidos de actitudes, suposiciones, valores, recuerdos del pasado, pronósticos de futuro, esperanzas y temores, entre otras muchas emociones. Para comprender los acontecimientos es necesario describir las percepciones que los acompañan, pues ambos son inseparables. Este libro narra cómo vivieron los parisinos la secuencia de acontecimientos que se extendió desde el final de la guerra de sucesión austriaca (1740-1748) hasta la toma de la Bastilla en 1789. 
La «historia de los acontecimientos» fue despreciada durante décadas por los historiadores profesionales —las principales figuras de la escuela de los Annales en Francia se referían con desdén a los acontecimientos como una fina capa que cubría las estructuras profundas del pasado—, pero está experimentando un renacimiento y puede reformularse, creo, no como una mera lista de sucesos, sino como una forma de entender cómo la gente interpretaba dichos sucesos. Sus reacciones proporcionan indicios sobre la opinión pública, que los historiadores estudian a menudo, y también sobre algo más profundo: la conciencia colectiva”, escribe Robert Darnton en la introducción de El temperamento  revolucionario, que acaba de publicar Taurus con traducción de Jordi Ainaud i Escudero.

Antes de este monumental ensayo que culmina tres décadas de investigación, ya debíamos a Robert Darnton (Nueva York, 1939) cuatro libros impagables de historia cultural: El coloquio de los lectores; Edición y subversión. Literatura clandestina en el Antiguo Régimen;:Censores trabajando y La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa.

Cuatro libros portentosos en los que Darnton aborda la historia de las mentalidades en la Francia dieciochesca con un rigor documental intachable, con una admirable agudeza interpretativa y una enorme capacidad narrativa para iluminar aquellos procesos culturales y su relación con la historia política y social. 

Una historia cultural de las mentalidades, una “historia con espíritu etnográfico”, como señaló el propio Robert Darnton en La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa. Y una forma de historia cultural que, con antecedentes memorables como El otoño de la Edad Media de Huizinga, pertenece al campo de las ciencias interpretativas para plantearse cómo cambia el sistema de valores de una época a otra, qué peso tiene la formación de la opinión pública en el desarrollo de los acontecimientos históricos o cuál es el motor que genera una revolución. Y así, tal vez sabiendo lo que leían los franceses de los años previos a la Revolución se pueda aventurar una respuesta a esas preguntas. 

A partir de los libros de Darnton hay otra manera de ver y de narrar aquella realidad que se convirtió en caldo de cultivo de la revolución: desde la perspectiva contemporánea a los hechos y la reconstrucción del universo mental de sus protagonistas a partir del estudio de las ediciones y autores del Siglo de las Luces, de la letra impresa que circuló antes, durante y después de la Revolución Francesa en libros, folletos y gacetas que propagaron el pensamiento ilustrado y revolucionario.

Porque los primeros fuegos revolucionarios se prendieron en los bajos fondos de la literatura francesa, con la circulación clandestina de obras que escapaban a la ortodoxia y a la censura. Y por eso la mirada intrahistórica de Darnton se centra en la trastienda ideológica y social que está en la raíz de la Revolución y atiende fundamentalmente a la creación, la difusión y la lectura de la literatura prohibida antes de la Revolución. 

Limitado en su ámbito geográfico a París, de cuyo complejo ambiente social, su agitada vida diaria y sus intrigas políticas hace una memorable reconstrucción, El temperamento revolucionario es una exploración en el sistema de información por el que circulaban noticias y rumores que crearon el caldo de cultivo del estallido revolucionario: los diarios y la correspondencia, las gacetas y los boletines clandestinos de noticias circularon por todos los niveles sociales: desde los salones a los mercados, dede la corte versallesca a los cafés y las calles y no sólo crearon ese ambiente propicio a la insurrección. Ahora, casi doscientos cincuenta después, permiten al investigador ponerse en la piel de aquellos parisinos de los años previos a la revolución, reconstruir documentalmente aquellos estados de opinión y rastrear su origen, su desarrollo y sus consecuencias. 

Darnton utiliza la expresión “temperamento revolucionario” con la que titula este volumen “para caracterizar la forma en que los parisinos reaccionaron a los acontecimientos que sacudieron su existencia de 1748 a 1789. Por «temperamento» entiendo un estado de ánimo fijado por la experiencia de forma análoga al «temple» del acero mediante un proceso de calentamiento y enfriamiento. […] Gracias a la labor de una nueva generación de historiadores sociales y económicos, hoy podemos rastrear las transformaciones concomitantes en el entorno cotidiano de los parisinos, incluidos su dieta, vestimenta, mobiliario, hábitos de compra, diversiones y lecturas. Aunque sus condiciones de vida influyesen en su visión general de la existencia, su percepción del rumbo de los asuntos públicos no derivaba directamente de su entorno ni de sus libros, sino que respondía a las noticias que les llegaban. Espero haber tenido suficientemente en cuenta la influencia de las condiciones socioeconómicas y de la literatura, pero mi objetivo es centrarme en la información que circulaba al nivel de la calle: en las crónicas de los acontecimientos y de las reacciones a los mismos tal como las reflejaban los medios de comunicación de la época.
Durante las cuatro décadas anteriores a la Revolución acontecieron tantas cosas que, para no ahogar al lector en detalles, he tenido que ser selectivo. En lugar de narrar una secuencia ininterrumpida, he elegido cuatro periodos especialmente densos (1748-1754, 1762-1764, 1770-1775, 1781-1786) y luego me he concentrado en los sucesos que van desde 1787 hasta la toma de la Bastilla. Mi relato pretende mostrar cómo los parisinos siguieron el curso de los acontecimientos de un modo que les preparó para dar el gran salto hacia la revolución de 1789.”

Reconstruye así los procesos de formación de la opinión pública que generaron el clima social que llevó a los parisinos a levantarse contra Luis XVI y a terminar con las estructuras del Antiguo Régimen. Fue un lento proceso de formación de una conciencia colectiva, en cuyo análisis Darnton arranca de 1748 y de la Guerra de Sucesión austriaca para adentrarse en la percepción social de aquel conflicto a partir de su incidencia en la vida diaria, en los impuestos o en el precio del pan. Incidencia que se refleja a través de múltiples fuentes de información:

Porque “las fuentes sobre el flujo de información en el París del siglo XVIII son extraordinariamente ricas. Podemos reconstruir las conversaciones en los cafés, recoger las noticias en las gacetas clandestinas, escuchar los comentarios de las canciones callejeras y visualizar el poder tal y como se exhibía en procesiones y fiestas. A menudo decimos que vivimos en la era de la información, como si fuera algo nuevo. Sin embargo, cada época de la historia es una era de la información, cada una a su manera, y en el siglo XVIII, París estaba saturada de información transmitida por un sistema multimedia propio de su tiempo y lugar”, escribe Darnton en su introducción “La primera sociedad de la información y la conciencia colectiva”.

Y ese complejo entramado de percepciones, en el que se cruzan la constante circulación e influencia en las conversaciones de noticias de viva voz, manuscritas o impresas, de panfletos políticos, de canciones (“clásicos populares” los llama Darnton) y de obras de teatro (Beaumarchais y Las bodas de Fígaro) irá construyendo un estado de ánimo y de opinión, un temperamento que desembocará en la revolución de 1789 y en la configuración del pueblo como sujeto político activo.

Subtitulado Cómo se forjó la Revolución francesa. París, 1748-1789, El temperamento revolucionario evoca ante los ojos de lector las canciones que tumbaron gobiernos y la persecución del mundo del conocimiento, la derrota de los jesuitas y las lágrimas de Rousseau, la figura de Voltaire como autoridad moral y el reciclaje de las amantes del rey, los oscuros secretos del despotismo y la marcha de los pobres sobre Versalles, las batallas en la Bolsa y la imagen de un ministro que pone pies en polvorosa, las provincias que arden y las bayonetas en las calles, los panfletos y las voces hasta la explosión de París y la toma de la Bastilla con la que se cierra el recorrido histórico del libro.

Un magnífico álbum central de ilustraciones y una orientadora nota bibliográfica, un amplio aparato de notas y un útil índice alfabético (onomástico y temático) enriquecen El temperamento revolucionario, el concepto central de este volumen, elaborado con los siguientes elementos que se enumeran y analizan en la conclusión: el odio al despotismo, el amor a la libertad, el compromiso con la nación, la indignación por la depravación de la élite aristocrática, la dedicación a la virtud, la moralidad, el desencanto con la monarquía, la fe en el poder de la razón, el alejamiento de la Iglesia y la atracción por la Ilustración, el compromiso político y la resistencia a los impuestos y la familiaridad con la violencia.

“Aunque todos estos elementos contribuyeron a la formación del temperamento revolucionario, el resultado fue mayor que la suma de sus partes”, concluye Darnton, que añade: 

Así pues, me parece válido situar mi argumentación a la altura del flujo de la información. En lugar de intentar derivar la conciencia colectiva del funcionamiento de la economía o de la estructura del sistema social, me parece factible ver cómo se desarrolló un estado de ánimo en respuesta al runrún y al resto de informaciones sobre los acontecimientos. Estudiando París como una sociedad de la información primitiva se puede construir un relato de los hechos tal y como los vivieron los parisinos y mostrar cómo esa experiencia, acumulada lo largo de cuatro décadas, constituyó la forja de un temperamento revolucionario.