Tiempo, vida y fortuna de Saavedra Fajardo
“¿Fue Saavedra un hombre eminente en su época? Depende lo que entendamos por «eminente». Lo que sí creo es que fue un hombre con méritos más que suficientes para no caer en el olvido. Y generoso, pues se entregó sin reserva al servicio de una causa, la de la monarquía, en la que creía ya poco. Con defectos que reiteradamente le atribuyeron, orgullo, altivez, genio vivo, ¿fueron tales o, sobre todo, barreras defensivas? Lacónico, no solo en cuanto al estilo literario, sino como actitud estética, de lo que no cabe dudar es de su talla intelectual, aunque hubiera que esperar al siglo XVIII para que le fuera reconocida. Si eminente es una persona que destaca por su excelencia, es posible que ese adjetivo le hubiera sorprendido; si con el término se pretende distinguir al que persevera en sus objetivos y no se da por vencido, intentando cumplir lo que tiene encomendado, sea un acuerdo de paz o una obra de envergadura, don Diego lo fue, aunque se escondiera de sí mismo al entender la expresión Fama nocet en el sentido en que lo hiciera Alciato, no como reputación, sino como sinónimo de grandeza de ánimo”, escribe M. Victoria López-Cordón Cortezo al final de la Presentación de su biografía de Diego Saavedra Fajardo.
Entre la diplomacia y la literatura. Así transcurrió la vida y la obra de Diego Saavedra Fajardo (Murcia, 1584-Madrid, 1648), a quien M. Victoria López-Cordón le dedica una monumental biografía que publica Taurus en la colección Españoles eminentes, auspiciada y patrocinada por la Fundación Juan March para cubrir la laguna que en el campo de la historiografía española provoca la falta de biografías modernas.
Tiempo, vida y fortuna es el subtítulo de este volumen, que -con el minucioso rigor que acreditan sus páginas y corroboran las ciento cincuenta páginas que llenan sus notas- aborda la trayectoria vital e intelectual, literaria y diplomática de una figura esencial para entender la historia cultural, política y literaria del XVII español.
Su autora, catedrática de Historia moderna en la Universidad Complutense, atiende en su enfoque más a lo histórico y lo político que a lo filológico en torno a la significación de un hombre discreto que nunca quiso revelar mucho de sí mismo, ni siquiera en su abundante correspondencia, en la que suele ocultarse.
Como “un hombre de paz en tiempo de guerra” define María Victoria López-Cordón a Saavedra Fajardo, cuya labor como diplomático se orientó a la defensa de la paz y la neutralidad en la acción exterior de España en Europa durante los agitados tiempos de la Guerra de los Treinta Años. Una defensa coherente con su pensamiento reformista en torno al poder de la monarquía hispánica y a su gobierno y a la propuesta de un modelo de Estado cohesionado que hizo que su figura fuese redescubierta a mediados del siglo XVIII, que sus planteamientos se reivindicaran en el pensamiento político del siglo XIX y que fueran cada vez más abundantes los estudios sobre Saavedra Fajardo y más rigurosas las ediciones de sus obras.
Porque -escribe la biógrafa- “en sus logros y también en sus fracasos, don Diego fue un hombre de su tiempo, al que las circunstancias de la vida llevaron a estar en el ojo del huracán que azotó a Europa entre 1618 y 1648, una época en la que vivió en Italia y en Alemania, donde las consecuencias de la guerra se dejaron sentir de manera muy distinta.”
Organizadas en cinco capítulos con cuatro apartados cada uno de ellos, estas páginas abarcadoras arrancan de sus años oscuros de formación clásica en Salamanca y recorren su carrera como diplomático en una época compleja de constantes conflictos políticos y militares, su vida itinerante y su lenta trayectoria profesional, sus estancias en Italia -casi veintidós años en Roma- y en Alemania cuando todavía no eran estados unificados, sino un mosaico de repúblicas y ciudades-estado, escenario de conflictos políticos y de escisiones religiosas, su labor como publicista de Felipe IV y de la casa de Austria, su independencia de criterio, compatible siempre con la lealtad a la monarquia y con la evolución constante de su pensamiento político -porque Saavedra fue un posibilista que se adaptaba a las circunstancias para ofrecer respuestas a las necesidades y los retos de cada momento histórico-, el apoyo de Olivares y la posterior caída en desgracia en un brusco final con su cese como diplomático en Münster.
Se cerraba así una trayectoria vital, política e intelectual que esta biografía rastrea con minuciosidad y rigor documental: sus orígenes familiares murcianos, sus años en el seminario de la ciudad y su condición de discípulo del ilustre humanista y filólogo Francisco Cascales, los estudios de Jurisprudencia y Cánones en Salamanca, los primeros contactos en Valladolid con la corte, que se instaló allí por deseo de Felipe III entre 1601 y 1606, Año en que volvió a Madrid, su viaje a Nápoles, la mayor ciudad de Italia entonces, y su establecimiento en Roma, la ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida, como letrado de la embajada en la corte pontificia y secretario del cardenal Borja. Roma era en la práctica diaria de aquellos años agitados la mejor escuela de diplomacia en Europa y allí ejerció Saavedra Fajardo hasta 1632, como procurador y agente de Felipe IV, un papel pacificador en las tensas relaciones entre la monarquía y la Iglesia romana.
Con el traslado de Italia a Alemania, su segunda etapa diplomática se desarrolló entre 1633 y 1646 en Baviera, Viena y Westfalia con cargo de plenipotenciario en la Conferencia de Paz en Münster, donde se firmaría la paz de Westfalia con el telón de fondo de los conflictos internos con Portugal y con Cataluña, protegidos por Francia.
Tras su brusca caída en desgracia, volvió a Madrid como consejero de Indias y receptor de embajadores, un cargo que le recompensaba por su larga trayectoria de servicios al Estado en el exterior hasta su muerte el 24 de agosto de 1648.
En cuanto a la faceta literaria de Saavedra Fajardo, recuperado como escritor y pensador desde el siglo XVIII, ocupa toda su vida adulta, desde 1611 hasta su muerte en 1648, curiosamente el mismo año en que terminó la Guerra de los Treinta Años. Porque “hombre singular, Saavedra nunca separó sus obligaciones como representante del rey de su vocación literaria, acomodando en lo posible las unas a la otra, interrelacionándolas y sintiéndose por igual orgulloso de ambas. Aunque también fuera consciente de que a veces se interferían mutuamente.”
A esa actividad intelectual y al legado literario y político de Saavedra Fajardo se dedica el último capítulo del libro, titulado significativamente ‘Hombre de una generación’, porque lo sitúa en un conjunto más amplio de “un conjunto de individuos que presentan rasgos similares, procedentes no solo de sus vivencias personales o de sus capacidades, sino de las circunstancias que debieron afrontar con la pluma, la palabra o la espada. Hombres de actividades distintas, pero al servicio de la monarquía, insertos en un mismo marco cultural que, a su vez, contribuyeron a conformar. De alguna manera, todos ellos ejemplarizaron formas similares de pensar y actuar, de conducir sus vidas y de ironizar sobre ellas, de creer y defender su fe y, a la vez, sentir el escalofrío del escepticismo. Nacidos en un mundo en el que la casuística y la duplicidad eran la norma, en contexto de confrontación religiosa pero abierto a una progresiva racionalización del saber, en el que la historia se convirtió en los anteojos del presente y en un instrumento para los príncipes y gobernantes.”
A esa luz generacional y a la de la influencia de Tácito y del tacitismo español se examinan las reflexiones diplomáticas de sus monumentales Empresas políticas (1640) y la controvertida y compleja República literaria, más breve y muy pesada, cuya primera redacción inició en 1612 y que finalizó en su versión definitiva en 1643.
Y finalmente se analizan en estas páginas las claves del pensamiento político de Saavedra Fajardo, su forma de servir y pensar la monarquía como hombre de Estado: una teoría y práctica del poder real que aborda desde la propuesta insuficiente del austracismo al regalismo, desde la reflexión sobre el sistema de gobierno al valimiento, entre la necesidad y la dejación, la conciencia del declive y las ideas para la reforma y la conservación, con la Europa de la paz y la guerra en el horizonte y una aguda crisis interna provocada por la situación en Cataluña y Portugal.
Cierra el volumen un muy útil índice alfabético, onomástico y temático, que permite la localización rápida de referencias a personas y obras relacionados con Saavedra Fajardo, su tiempo, su vida y su fortuna.

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