Una historia global de la Segunda Guerra Mundial
“Es probable que la Segunda Guerra Mundial sea el conflicto más estudiado de la historia de la humanidad; una búsqueda en la biblioteca de la Universidad de Columbia arrojó casi 160.000 resultados sobre este tema. Sin embargo, a pesar de esta atención exhaustiva, la inmensa mayoría de las obras en inglés ofrecen una interpretación sorprendentemente unidimensional del conflicto, que presentan como una guerra buena, una cruzada contra el fascismo y una batalla del mundo libre y democrático contra un totalitarismo atroz. Esta interpretación, lo que podríamos llamar la explicación ortodoxa de la Segunda Guerra Mundial, surgió en la década de 1950, durante los años más oscuros de la Guerra Fría. Estudiosos de todo Occidente se encontraron viviendo en un mundo transformado por el conflicto: se había puesto de rodillas a los viejos imperios europeos, el historial de crímenes de guerra nazis había desacreditado la eugenesia y el racismo científico, y la evidente batalla ideológica entre Estados Unidos y la Unión Soviética dominaba los asuntos internacionales. La primera generación de estudiosos de la Segunda Guerra Mundial elaboró relatos que reflejaban el espíritu de su época. Plantearon la guerra como una lucha democrática contra el fascismo y restaron importancia a las dinámicas raciales y coloniales, que ya no parecían relevantes. Optaron por celebrar las contribuciones de los aliados occidentales y marginaron el papel de las fuerzas soviéticas y chinas, que era más problemático. Confeccionaron una historia que convertía a los imperios en Estados nación y a los conquistadores en libertadores. La suya fue una historia de la guerra presentada como una parábola sobre los males del totalitarismo y el triunfo de un orden democrático liderado por Estados Unidos.
En los últimos 75 años, esta explicación ortodoxa de la guerra ha dominado absolutamente en nuestra memoria colectiva”, escribe Paul Thomas Chamberlin, profesor de Historia en la Universidad de Columbia, en la Introducción de su Tierra quemada. Una historia global de la Segunda Guerra Mundial, que publica Galaxia Gutenberg con traducción de Noemí Sobregués cuando se cumplen ochenta años del final del conflicto.
Y a continuación, tras ese planteamiento incuestionable sobre la historiografía predominante, Chamberlin resume el propósito de su libro introduciendo una significativa matización adversativa que pone en cuestión, más discutiblemente, la interpretación habitual de la Segunda Guerra Mundial:
Pero la interpretación ortodoxa de la Segunda Guerra Mundial no consigue explicar fenómenos como la Operación Impensable. De hecho, si observamos más de cerca, vemos que la realidad de la Segunda Guerra Mundial fue mucho más confusa de lo que nos han hecho creer los relatos predominantes del bien contra el mal. La mayoría de los historiadores coinciden ahora en que lo que derrotó a las legiones de Hitler no fueron soldados estadounidenses y británicos amantes de la libertad en el frente occidental, sino el sacrificio de millones de soldados soviéticos conducidos por brutales mandos comunistas a través de los mortíferos campos de Europa del Este. Los aliados occidentales contribuyeron a la victoria no tanto con valor e idealismo democrático como con salvajes ataques con bombas incendiarias y atómicas contra ciudades del Eje, que incineraron a cientos de miles de civiles.
Y por eso los veinte capítulos de este voluminoso ensayo, enriquecido con abundante material gráfico, se orientan a desmantelar la imagen de la Segunda Guerra Mundial como una guerra justa en la que acabó triunfando el bien sobre el mal, la libertad sobre el totalitarismo, y a afianzar sobre otro enfoque y otra narrativa esta interpretación, que resume así su autor:
Este libro plantea que el mayor conflicto de la historia no fue la guerra buena entre la democracia y el fascismo que suelen describir los libros de historia. Fue más bien una inmensa guerra racial y colonial marcada por atrocidades salvajes en la que imperios rivales lucharon en enormes extensiones de Asia y Europa. Aunque la guerra destruyó el colonialismo europeo y japonés, forjó los nuevos imperios estadounidense y soviético y creó un sistema de Estados muy militarizados, poseedores de armas nucleares y centrados en librar una guerra perpetua contra poblaciones enteras.
Una interpretación heterodoxa que presenta la Segunda Guerra Mundial como un conflicto de origen colonial y consecuencias imperialistas, como una lucha por la hegemonía mundial entre potencias imperiales decadentes (Alemania, Italia, Japón) por un lado y potencias resistentes como la Francia derrotada y rendida a Hitler o el Reino Unido asediado por los ataques aéreos o superpotencias emergentes como los Estados Unidos y la Unión Soviética por el otro.
Un conflicto que hunde sus raíces en las consecuencias del Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial, que cambió el orden mundial y generó el convulso período de entreguerras, una crisis económica de enormes repercusiones políticas y sociales, la aparición de regímenes totalitarios, las empresas expansionistas y de supremacía racial de Italia en Etiopía y de Japón en Manchuria, la creación de un nuevo orden regional en Asia oriental como consecuencia de la guerra chino-japonesa y sus cerca de un millón de muertos civiles chinos.
Con esos antecedentes estalló una devastadora guerra de aniquilación que Chamberlin que reconstruye con un tono narrativo vivaz y con agudeza analítica. Estas páginas ofrecen una reconstrucción minuciosa de los hechos de guerra, los bombardeos de ciudades y las operaciones militares hasta la caída de Berlín y el apocalipsis nuclear de Hiroshima para integrar los acontecimientos en una panorámica interpretativa que exige una perspectiva política e histórica más amplia que contempla también las consecuencias de la guerra, que transformó la arquitectura geopolítica del mundo.
Porque, en definitiva, el resultado del conflicto no fue la paz, sino el diseño de un nuevo orden mundial que quedaría vinculado a una nueva forma de guerra perpetua -la Guerra Fría- entre Estados Unidos y la Unión Soviética, las dos potencias neoimperiales triunfantes e hipermilitarizadas que se disputarán desde 1945 el dominio económico, político, cultural, territorial y militar del mundo. Y porque -afirma Chamberlin- “los dirigentes tanto de Washington como de Moscú eran conscientes de que la Segunda Guerra Mundial había desencadenado una revolución en el orden geopolítico, había socavado fatalmente el antiguo sistema colonial y había impulsado a las potencias estadounidense y soviética aposiciones que les permitirían dominar la era posterior a 1945.”
Estos dos párrafos podrían resumir significativamente el sentido de Tierra quemada. Una historia global de la Segunda Guerra Mundial:
Este libro intenta retirar las capas de mitología que cubren la Segunda Guerra Mundial y poner en cuestión las interpretaciones predominantes del conflicto. Se aparta del enfoque que se centra en los grandes dirigentes y las operaciones militares para analizar cómo el conflicto más grande de la historia transformó las relaciones entre imperio, raza, violencia, guerra y Estado. Geográficamente, el libro se aleja de las playas de Normandía para hacer mayor hincapié en los teatros de operaciones más sangrientos de Europa del Este y Asia oriental. Rompe con las explicaciones estándares de la guerra argumentando que la raza y el imperio eran dimensiones centrales del conflicto. Aborda la Segunda Guerra Mundial como un conflicto profundamente enraizado en el contexto más amplio de la historia mundial. Y de esta forma intenta excavar los cimientos coloniales de la guerra y trazar sus secuelas imperiales.
[…]
Tierra quemada sostiene que el legado de la guerra no fue la destrucción del fascismo, el racismo y el imperialismo, sino la creación de un orden de posguerra en el que Estados neoimperiales muy militarizados se vieron obligados a prepararse para la guerra perpetua y la perspectiva de la aniquilación nuclear. Nuestra amnesia colectiva respecto de los orígenes coloniales de la guerra y sus consecuencias imperiales ha despojado al conflicto de su significado y lo ha convertido en un cuento de hadas del siglo xx. Este libro pretende colocar nuestra visión de la Segunda Guerra Mundial en el lugar que le corresponde en el panorama más amplio de la historia mundial moderna. Con este telón de fondo, la Segunda Guerra Mundial aparece como el punto culminante de siglos de expansión colonial y el catalizador de la reinscripción del imperialismo bajo la égida de la geopolítica de la Guerra Fría.

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