20 diciembre 2025

Con cuatro árboles y un pedazo de jardín

 


Casi en la raya de los cuarenta años, no puedo llenar ninguna ficha biográfica que tenga el menor interés. Fui amigo de Bartomeu Rosselló, siento una fiel admiración por Ruyra y me place conversar de vez en cuando con uno o dos conocidos. Fui a la Universidad, trabajo para mantenerme y aspiro, sin esperanza, al ocio. Todavía no he tenido tiempo de casarme, ni el optimista coraje o la abnegada desesperación para hacerlo. Creo que con la lectura del Predicador, las Cartas a Lucilio, la Divina Comedia, El Príncipe, el Discurso del método, el Quijote, el Discreto y alguna novela policiaca, se tiene bastante para pasar, sin gritos existencialistas ni otras inadecuadas expresiones, esta triste vida. Detesto los premios literarios, la avaricia y la suciedad, las felicitaciones de Navidad y de onomástica (las cuales agradezco, desde aquí, de una vez para siempre, a la vez que pido a mis amigos que hagan el favor de no recordarme nunca más en esos días), los homenajes, el viento, el desorden y el ruido, salir de noche, comer fuera de casa, eso que llaman «vida de relación», los conciertos, las confidencias, aconsejar, las obscenas expansiones de la vanidad. Mientras me dejen tranquilo, estoy dispuesto en  todo momento a creer, de muy buena fe, que tú e incluso usted, no importa quién, son los mejores escritores del mundo. Sedentario, me gustaría viajar de tarde en tarde, con una comodidad incompatible con la modestia de mi peculio, por lo que determino no moverme casi nunca. Quisiera vivir en el campo, con cuatro árboles y un pedazo de jardín, o por lo menos en una ciudad más limpia que Barcelona, donde la gente no se rebañada tan generosamente el pecho y otras peores y más repugnantes interioridades. Quisiera también ver los cuadros de Vermeer de Delft, poseer unas cuantas figurillas de nacimiento de Ramón Amadeu y no tener que escribir ni una línea más.

Salvador Espríu. 
Autopresentación
Barcelona, 14-II-1952.
En Antología lirica.
Cátedra. Madrid, 1977.