22 diciembre 2025

Diccionario literario y sentimental de Camba





“El espíritu de la civilización es esto, este espíritu de sociabilización, de colectividad, del que no tenemos nada en España. Si los franceses no tienen personalidad, es porque la civilización la ha suprimido. Lo más personal del mundo es el salvaje y, después, el español. La civilización no hace individuos, sino pueblos. Pero yo no he averiguado todavía qué cosa es mejor: si ser un estúpido y vivir en una gran ciudad como París, o tener mucha personalidad en Madrid”, escribió Julio Camba en “La insignificancia personal y la significación colectiva”, un artículo incluido en el volumen París.

Esas líneas las recoge (s.v. CIVILIZACIÓN) Javier Jiménez en su edición de El mundo según Camba, un espléndido Diccionario literario y sentimental que resume el universo de Camba.

Lo publica Fórcola con un prólogo en el que Andrés Amorós señala que “el diccionario, puede servir de excelente introducción, para que el lector descubra a ese escritor; o, si ya lo conoce, puede ser un buen recordatorio, para que se deleite, volviendo a recorrer su itinerario espiritual.”

Dos virtualidades que cumple con brillantez esta recopilación de fragmentos extraídos de los artículos de Camba, un autor que, como destaca el editor en la dedicatoria, “siempre procuró atenerse a un solo principio: no aburrir nunca a sus lectores.”

Y en efecto, los lectores que ingresen por primera vez en el mundo cambiano para descubrirlo o quienes hayan frecuentado sus textos y vuelvan a visitarlos en esta recopilación entrarán en el ámbito diverso y divertido, lúcido y agudo de uno de los mejores articulistas del siglo XX español.

No se trata de una nueva recopilación de textos de Camba como la reciente Se prohíbe hablar con el conductor, que apareció en esta misma editorial, sino de un diccionario de autor elaborado a partir de una lectura selectiva que propone “una ordenación de-construida de la personal visión del mundo que Camba reflejó en sus artículos.”

Como en FEMINISMO:

Acaso el verdadero feminismo consista en esto: no en la relación de la mujer con el hombre, sino en la relación de unas mujeres con otras. Para las mujeres será siempre fácil convencernos de su bondad, de su inteligencia, de su discreción, etc.; pero y a ellas, ¿quién las convencerá? ¿Quién convencerá nunca a una mujer de que las demás valen algo? (“Sobre el feminismo”) 

Un diccionario ilustrado de autor que es otra manera de hacer una antología representativa del mundo de Camba, de su enorme variedad temática y de su mirada irónica, distante y humorística. Con esa mirada personalísima, con una prosa que une la agilidad y la precisión del periodismo a una alta calidad estilística, está plenamente representado en estos fragmentos el que quizá sea el mejor Camba, un Camba dueño de un mundo propio en el que caben la seriedad y el humor, el campo y la ciudad, el pasado y el presente.

Un Camba que escribe sobre asuntos como el aburrimiento y el amor, los barberos y las bibliotecas, la gastronomía y la religión, la política y las modas, el clima y la muerte, la ciudades y las costumbres, el dinero y la enfermedad, la literatura y los vegetarianos, los países y los paisajes, el humor y la historia, la nieve y los madrileños, el ocio y la pereza, Inglaterra y Galicia, el turismo o Baroja, del que escribió Caricaturas y retratos

Yo no le he admirado nunca por sus cualidades, sino por sus defectos. No le he admirado, a pesar de sus incongruencias, sino por sus incongruencias, ni a pesar de sus faltas gramaticales, sino por sus faltas gramaticales, ni a pesar de sus ideas absurdas, sino por sus ideas absurdas. Y el día en que Baroja escriba un libro razonable, con ideas sensatas, con buena gramática y con un plan lógico, no seré yo quien se gaste tres cincuenta en adquirirlo.

 “Es el propio Camba quien habla en cada vocablo -explica el editor Javier Jiménez en la Nota inicial-. Salvo en una sola ocasión, no reproducimos artículos completos. El editor, con paciencia y tesón, ha coleccionado aquellos vocablos -expurgados de sus artículos- que, en su opinión, reflejan mejor la singular personalidad del periodista y dan cuenta de su peculiar visión de las cosas del mundo.”

Dejo para terminar dos muestras, de diferente tonalidad y enfoque, extraídas de entre las decenas de entradas de este peculiar Diccionario literario y sentimental que contiene en casi cuatrocientas páginas el ancho mundo de Julio Camba:

 CAFÉ: No creo que se haya hecho en el mundo ninguna invención más contradictoria que la del café sin cafeína […] No hay que confeccionar el café, que es una bebida excitante, eliminando de él todos los elementos que puedan excitarnos. No hay que preparar el vicio con los elementos de la virtud. Antes la honestidad estaba muchas veces corrompida. Ahora está corrompido hasta el vicio. No hay pureza, no hay honestidad ni en el vicio siquiera. También el vicio tiene sus hipócritas y sus simuladores. ¿A dónde iremos a parar? (“El café sin cafeína”).

FILISTEOS: Tienen todas las ideas y no poseen una sola; defienden todas las teorías y no admiten ninguna; escriben hoy con la tinta roja de los revolucionarios y emborronan mañana sus cuartillas con la tinta negra de los neos. El cerebro entorpece sus planes y lo ocultan como un trasto inútil; detrás del estómago. Para ellos no hay más que un ideal supremo y una suprema verdad: el cocido. Son los fariseos de la pluma; los mercaderes del pensamiento; los Judas de la inteligencia. Son menos todavía. Son los eunucos del serrallo de las ideas, castrados cerebralmente por el amo implacable. Aunque pretendieran pensar por cuenta propia, no podrían hacerlo; carecen de potencia generatriz sus ganglios entumecidos, y en sus corazones ni palpita el amor ni se estremece el odio. A veces triunfan. Con sus bajezas, con sus rastrerías, con sus servilismos, consiguen levantar el nombre del montón anónimo, y el público les sonríe. Pero su triunfo es pasajero, como todos los triunfos que se obtienen siguiendo corriente abajo el gusto vulgar y las pasiones reinantes. Mueren sin haber creado una sola idea, sin haber matizado siquiera un solo pensamiento. Mueren, y de su vida no queda nada absolutamente en el mundo. Un suelto de dos renglones forma todo su epitafio y constituye toda su memoria. (“¡Filisteos!”)

Una inmejorable manera de ingresar o de regresar al territorio literario de Julio Camba.