Manuel López Azorín Ni ya tengo otro oficio
Aún sin conocerte
te adiviné tan pura y delicada
que te amé, de tal suerte
que ya no espero nada
que no sea la luz de tu mirada.
Con esa lira abre Manuel López Azorín Ni ya tengo otro oficio, su última entrega poética, que publica Mahalta Ediciones.
En sus liras sanjuanistas o luisistas, en sus silvas becquerianas o garcilasistas y en sus sonetos quevedescos fluye un mismo pulso emocional: el del poeta enamorado que encauza su sentimiento en la secuencia intemporal del verso clásico y en la armónica combinación de heptasílabos y endecasílabos que da a estos poemas una tonalidad contenida y cercana que remite siempre a sus referentes mejores:
Con palabras de ahora,
partiendo de los clásicos, escribo.
De su perfecta métrica cautivo
soy, de sus aguas bebo.
Me acojo a su estructura tan precisa.
a su ritmo, que es brisa,
semejante a la música y al viento.
Al escribirla pienso,
aun hablando en presente,
que aquel lejano ayer no queda ausente.
*
Puedo dejar la rima,
escribir versos blancos, no medidos,
hablar del tiempo en el que estoy y vivo,
y emplear sus palabras.
Mas no quiero olvidar a Garcilaso,
ni dejar apartados
a San Juan de la Cruz, Fray Luis, Quevedo...
Olvidarlos no quiero.
Quiero saber sus formas
y, luego, hacer en mí mi propia norma.
*
Como lo hicieron tantos:
Rubén, Gustavo, Juan Ramón, Machado…
No matar a Salinas ni a Unamuno,
no matar a ninguno,
porque beber el agua de las fuentes
es caminar por siempre
-con toda la memoria- hacia adelante.
Y con esa guía poética, Manuel López Azorín expresa con intensidad, a lo largo de las seis partes en las que se estructura el libro, el temblor emocionado de la palabra enamorada (poco importa que de mujer real o inventada o de la misma poesía, a la metafórica manera juanramoniana: “Vino, primero, pura…” o “Yo tengo escondida en mi casa, por su gusto y el mío, a la Poesía. Y nuestra relación es la de los apasionados.”
Y con el latido verbal de lo verdadero, con el apasionado y primario hálito hernandiano siempre al fondo, como en este texto:
Deshójame en tu cuerpo
con tus besos de viento en este otoño.
Déjame rodearte con mis brazos
de sauce ya desnudos,
que todo mi ramaje es siempre tuyo
y ansío yo la savia
para nutrirnos juntos de la vida.
Yo, que soy barro, quiero
que tú, que eres la espuma,
te confundas conmigo y me renazcas.
O en este otro, donde se funden las huellas de Miguel Hernández y del Antonio Machado que nos enseñó que todo amor es fantasía *:
De nada me sirvió
pensar que te perdí, fuera o no cierto.
Sí, me aferré a inventarte cada día
y tanto te inventé
que ya no sé si eres como eras
o si mi afán de ti
ha recreado un ser inexistente.
Entre el sueño y la niebla
sigue abierta la herida
y este dolor que hiere mi memoria.
——-
*
Todo amor es fantasía;
él inventa el año, el día,
la hora y su melodía;
inventa el amante y, más,
la amada. No prueba nada,
contra el amor, que la amada
no haya existido jamás.
(Antonio Machado. Otras canciones a Guiomar)

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