01 diciembre 2025

Saavedra Fajardo. La lealtad conocida




La lealtad conocida es el expresivo subtítulo que José Luis Villacañas ha colocado al frente de su espléndida biografía de Diego de Saavedra Fajardo que publica la Fundación Santander en su colección Biografías de Historia Fundamental, cuyo propósito es recuperar la figura de personajes claves de entre finales del XV y principios del XIX que, aunque tuvieron un destacado papel en su momento en el desarrollo de la historia española o iberoamericana, han sido olvidados por el público por distintas razones.

Magníficamente editado en tapa dura, con guardas ilustradas y un cuadernillo central con diez imágenes, la biografía incorpora también un código QR para  acceder a una esclarecedora entrevista con el biógrafo, catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense, director del proyecto de investigación Biblioteca Digital Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispano y autor de dos biografías de referencia de Luis Vives y Ortega y Gasset.

Entre la diplomacia y la literatura transcurrió la trayectoria vital e intelectual de Saavedra Fajardo, una figura esencial para entender la historia cultural, política y literaria del XVII español, y hombre discreto que responde al modelo ideal de hombre del Barroco que propuso su contemporáneo Gracián. Esa condición explica por qué nunca quiso revelar mucho de sí mismo, ni siquiera en su abundante correspondencia, en la que suele ocultar su intimidad.

Así resume su figura José Luis Villacañas en el prólogo donde explica su importancia y justifica la necesidad de su biografía:

Saavedra Fajardo, inolvidable por lo ejemplar y meritorio, es el que presenta este libro. Algo más que una mera biografía y algo menos que una exposición de todo su pensamiento, el lector encontrará aquí la semblanza de una personalidad y de un psiquismo, el propio de una mentalidad hidalga de aquella España de la primera mitad del siglo XVII, que, sin embargo, entró en intenso contacto con las realidades europeas y logró una forma de ser fiel a sus tradiciones al tiempo que se abría sin dogmatismos a los avances que observó a su paso. […] Que su mirada no forme parte de la historia de nuestro sentido común como pueblo es perjudicial. Eso es lo que ofrece este libro, elevar a Saavedra como episodio relevante de la inteligencia hispana moderna. Si no se hubiera interrumpido aquella tradición de Fernán Pérez de Guzmán o de Hernando del Pulgar, diría que este libro desea ofrecer la generación y semblanza de un hombre claro, fiel y leal, de un español tan íntegro como crítico y de un europeo amante de la paz.

Porque la labor de Saavedra Fajardo como diplomático se orientó a la defensa de la paz y la neutralidad (“teórico de la neutralidad” lo llama Villacañas) en la acción exterior de España en Europa durante los agitados tiempos de la Guerra de los Treinta Años. Una defensa coherente con su pensamiento reformista en torno al poder de la monarquía hispánica y a su gobierno y a la propuesta de un modelo de Estado cohesionado que hizo que su figura fuese redescubierta a mediados del siglo XVIII por Mayans, que su pensamiento se reivindicara por el pensamiento político del siglo XIX y del XX o que fueran cada vez más abundantes los estudios sobre Saavedra Fajardo y más rigurosas las ediciones de sus obras.

Los dieciocho capítulos en los que se organiza la obra recorren, con el apoyo fundamental de su correspondencia y de su obra ensayística, su carrera como diplomático en una época compleja de constantes conflictos políticos y militares, su vida itinerante y la lealtad a la monarquía, su lenta trayectoria profesional, su  larga estancia en Italia -casi veintidós años entre Nápoles y Roma, de “diplomático en tono menor”, según Villacañas, a su importante papel de consejero diplomático del cardenal Borja, embajador de España, y del portugués Castel-Rodrigo- y las más relevantes diplomáticamente en Alemania cuando todavía ni una ni otra eran estados unificados, sino un mosaico de repúblicas y ciudades-estado, escenarios de conflictos políticos y de escisiones religiosas, su labor como publicista de Felipe IV y de la casa de Austria, su independencia de criterio, compatible siempre con la lealtad a la monarquía y con la evolución libre y constante de su pensamiento político, analítico y crítico, alejado de todo dogmatismo, porque Saavedra fue un posibilista que, consciente de la decadencia imperial de España, se adaptó a las circunstancias para ofrecer respuestas estratégicas a las necesidades y los retos de cada momento histórico, como demostró en las conversaciones de paz que desembocaron en la paz de Westfalia, en las que tuvo un papel determinante hasta su brusca caída en desgracia en Münster. 

Se cerraba así la admirable trayectoria vital, política e intelectual de aquel hidalgo de Aljezares, un Saavedra Fajardo de sólida formación clásica, que adquirió en Murcia con el humanista Cascales y en Salamanca mientras estudiaba Cánones en la Universidad. Una formación clásica en la que fue determinante la huella de Tácito, que proyectó en la mentalidad barroca y en las lúcidas reflexiones diplomáticas de estadista de sus monumentales Empresas políticas (1640).

En esa obra nuclear, en su correspondencia y en Locuras de Europa hay que buscar las claves del pensamiento político de Saavedra Fajardo, en palabras de Villacañas “posiblemente el más agudo y refinado testigo de la situación de España en el momento de su decadencia. Pero incluso en esos patéticos momentos, él rechazó las actitudes derrotistas y siempre pensó en la posibilidad de que todo podría reformarse si un rey resultaba educado por el destilado de la experiencia de los hombres de buen consejo. Esta voluntad es la que luego conectará con los grandes ilustrados del siglo XVIII, como Mayans y Sempere y Guarinos, que lo admiraron; el primero como el más equilibrado los escritores del siglo XVII, y el segundo como el iniciador de una biblioteca económico-política capaz de mejorar la sociedad española.”

Claves que conforman su forma de servir y de pensar la monarquía como un hombre de Estado: una teoría y práctica del poder real que aborda siempre con lucidez desde la propuesta insuficiente del austracismo al regalismo, desde la reflexión sobre el sistema de gobierno al valimiento, entre la necesidad y la dejación, la conciencia del declive y las ideas para la reforma y la conservación, con una nueva red de relaciones y alianzas con la Europa de la paz y la guerra en el horizonte y con una aguda crisis interna provocada por la situación en Cataluña y Portugal.

Acabó proponiendo con todos esos materiales, fruto de la experiencia europea y la reflexión constante, la construcción de una monarquía nacional hispánica integradora que parece anticiparse en siglos a su propio tiempo, aunque -como recuerda Villacañas- “una y otra vez percibimos en él esa oscura sensación de no tener en cuenta sus cualidades, de no valorar su trayectoria o de ser desaprovechado para el servicio público. Esa sensación lo acompañará hasta el final de sus días.”

En cuanto a la faceta literaria de Saavedra Fajardo ocupa toda su  vida adulta, desde 1611 hasta su muerte el 24 de agosto de 1648, curiosamente el mismo año en que terminó la Guerra de los Treinta Años, y tiene uno de sus centros en la República literaria, en la que “Saavedra se ríe del mundo literario”, como indica el título del capítulo que se dedica a esa obra en esta biografía. Una broma juvenil que no llegó a publicarse y en la que aparece esta descripción del mundillo literario por la que no ha pasado el tiempo: “Noté que los doctos y más señalados de aquella República eran humildes, modestos y callados y que, al contrario, los ignorantes eran atrevidos, insolente y locuaces.”

Cierra el volumen una Conclusión que se centra en las aportaciones de Saavedra Fajardo al pensamiento político y a su concepción de una monarquía nacional de España. Escribe Villacañas en el párrafo final:

Cuando España ya estaba convencida de haber perdido la batalla por la hegemonía europea, Saavedra, en medio del ajetreo de sus viajes por Europa, había aprovechado sus ratos muertos para ejercer lo más difícil en la historia, ese alto reflexivo que examina la realidad y se dispone a regularla por la norma contrastada del pensamiento político clásico. Con sus Empresas políticas, Saavedra ofreció un pensamiento concreto de la monarquía hispánica y de la manera de regularla según el destilado del republicanismo clásico. En esa regulación, la prudencia moral, económica, cívica y política debían darse la mano en una organicidad que requería innovaciones institucionales, un Parlamento unitario a toda la monarquía y una renovación de las tradiciones de gobierno de los territorios, sin supersticiones ni fijaciones. Era un horizonte evolutivo factible que habría incorporado a España el destilado de la formación de la constelación moderna. Era un avance en la configuración de una monarquía sobre un cuerpo unitario respetuoso con los cuerpos tradicionales de gobierno. Ese es el proyecto de Saavedra de una monarquía nacional republicana, una monarquía hispánica unida sobre el reconocimiento de sus reinos y coronas.

Y añade: “Me gustaría concluir este libro diciendo que, en ese intento, siempre al mismo tiempo constructivo y crítico, de seguir tejiendo la tela de las cosas hispánicas, Saavedra se atuvo a las virtudes cívicas que él mismo había incorporado a su programa de monarquía y que, justo por eso, su lealtad estuvo permanentemente iluminada por una idea trascendente.”

Se cierra así una biografía que no se ciñe exclusivamente a los datos externos, sino que se sostiene en una decidida voluntad interpretativa que inserta esos datos en el marco general de la obra diplomática, el pensamiento político y el legado literario de Saavedra Fajardo.