23 septiembre 2005

El hacedor de lluvia

"En una aldea cercana a Dorpar, en Rusia, cuando se hacía esperar mucho la lluvia, gateaban tres hombres a lo alto de los abetos de un bosque sagrado. Uno golpeaba con un martillo sobre un caldero o pequeño barrilillo para imitar el trueno; el segundo entrechocaba dos hachones encendidos para que volasen las chispas, imitando el relámpago, y el tercero, llamado el "hacedor de lluvia", con un puñado de ramillas asperjaba agua de una vasija en todas direcciones. Para poner fin a una sequía y atraer la lluvia, las mujeres y muchachas del pueblecito de Ploska tenían la costumbre de ir desnudas por la noche a los límites del poblado y allí arrojaban agua sobre la tierra. En Halmahera o Gilolo, gran isla al oeste de Nueva Guinea, un brujo hace llover sumergiendo una rama de un árbol especial en el agua y después esparciendo la humedad de la goteante rama sobre el suelo. En Nueva Bretaña, el "hacedor de lluvia" envuelve algunas hojas rojas y verdes de cierta enredadera en una hoja de plátano, humedece el atadijo con agua y lo entierra; después, imita con la boca el gotear de la lluvia. Entre los indios omaho de Norteamérica, cuando el mar está agostándose por falta de lluvia, los miembros de la sociedad sagrada del búfalo llenan una gran vasija de agua y bailan a su alrededor cuatro veces. Uno de ellos bebe agua y la espurrea al aire pulverizada imitando la neblina o lluvia menuda. Después vuelca la vasija, derramando el agua por el suelo, y los danzarines se ponen de bruces para beber el agua, llenándose la cara de barro. Esto salva al maíz. En primavera los natchez de Norteamérica solían unirse para comprar a los hechiceros "un buen tiempo" para sus cosechas. Si necesitaban lluvia, los brujos ayunaban y bailaban con sus pipas llenas de agua en la boca. Las pipas estaban perforadas como una regadera y por sus orificios el "hacedor de lluvia" soplaba el agua hacia la parte del cielo donde las nubes estaban acumuladas. Pero si quería tiempo raso, subía al techo de su choza y, con los brazos extendidos, soplaba con toda su fuerza para alejar las nubes."

El texto es de Frazer, de La rama dorada, una obra monumental cuyos 12 volúmenes fueron apareciendo entre 1890 y 1920.
Concebido en principio como un estudio antropológico, como ocurre con Masa y poder, su influencia va mucho más allá y marca profundamente la literatura de comienzos del XX. Sin la profunda impresión que le hizo la lectura de La rama dorada, Eliot no hubiera escrito The waste land.
Yeats y Joyce la leyeron admirados. Se puede adherir cualquiera a esa admiración en la versión reducida (es un decir, son casi mil páginas) del Fondo de Cultura Económica y en algunos sitios de internet, desde donde se puede descargar.