Los girasoles ciegos
Hace ya unos años, recién publicado Soldados de Salamina, me decía José Mª Lama que o los historiadores se espabilaban o la historia reciente nos la iban a contar los novelistas.
No pensaba en gente como Pío Moa o César Vidal, que forman parte de los bajos fondos de la subliteratura o el panfleto, sino en ese fenómeno que iba a dar otros frutos como La voz dormida.
Recuerdo aquella conversación y recuerdo los relatos de Juan Eduardo Zúñiga mientras leo Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, que póstumo ha ganado el Premio Nacional de Narrativa como el año pasado el de la Crítica con esta colección de cuatro relatos, de cuatro derrotas entre 1939 y 1942.
Y pienso que hay un cierto tipo de historia, un cierto tipo de historias que sólo se pueden abordar con esquemas narrativos a los que el propio Lama se ha aproximado en sus trabajos historiográficos.
Levanto la cabeza de vez en cuando y escucho un fondo de marchas militares que, cerca de donde escribo, ayudan a marcar el paso de la Guardia Civil en esta mañana dominical de octubre, en esta España que suena tan vieja como siempre.
No pensaba en gente como Pío Moa o César Vidal, que forman parte de los bajos fondos de la subliteratura o el panfleto, sino en ese fenómeno que iba a dar otros frutos como La voz dormida.
Recuerdo aquella conversación y recuerdo los relatos de Juan Eduardo Zúñiga mientras leo Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, que póstumo ha ganado el Premio Nacional de Narrativa como el año pasado el de la Crítica con esta colección de cuatro relatos, de cuatro derrotas entre 1939 y 1942.
Y pienso que hay un cierto tipo de historia, un cierto tipo de historias que sólo se pueden abordar con esquemas narrativos a los que el propio Lama se ha aproximado en sus trabajos historiográficos.
Levanto la cabeza de vez en cuando y escucho un fondo de marchas militares que, cerca de donde escribo, ayudan a marcar el paso de la Guardia Civil en esta mañana dominical de octubre, en esta España que suena tan vieja como siempre.
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