09 noviembre 2005

Secta

Me asomo a un mundo numerado y veo
la secta envilecida de los hijos
de quienes ya eran hijos del oprobio.

Solapan sus linajes con cosméticos,
pero aun así no pueden
encubrir esa abyecta condición de gregarios
que sustenta su fe.
Se llaman
como sus gentes se llamaron,
nombres trucados de homicidas, nombres
hereditarios de secuaces
de soldadescas y de clerecías.
Son los mismos
que siguen solazándose
con las soflamas de los patriotas
y empuñan de continuo estandartes y cruces
con que emular a sus mayores,
mientras avanza por las avenidas
un cortejo triunfal de bienpensantes.

Líbrate, compañero,
de esas iglesias y esos mentecatos.

El texto es del último libro de Caballero Bonald. No es que CB sea un visionario, es que la historia se empeña a veces en ser circular ayudada por quienes ven en la vida el sendero redondo que dibuja a ciegas el asno alrededor de la noria.
A ese reguero le llaman tradición. Al área que queda dentro del reguero le llaman patria. Y los que tienen más alta vocación de estadistas, nación.