21 julio 2006

Menos rosas para Mahmud Darwish

En estos días vergonzosos que no pueden ser definidos sin perder la dignidad que han perdido para siempre las instituciones internacionales, regidas por cantamañanas y mequetrefes sin la mínima decencia para irse a casita, recuerdo a Mahmud Darwish, el poeta palestino que siempre ha denunciado la ocupación de Palestina por el ejército israelí.

Cuando tenía seis años, el ejército israelí en su avance armado hacia Líbano en 1948, arrasó la aldea donde nació para instalar un asentamiento de colonos. Y el año 2002 el ejército de Israel dinamita el edificio que ocupaba el Centro Cultural Jalil Sakanini, que dirigía Mahmud Darwish. Esta operación se destinaba a destruir uno de los símbolos culturales de la identidad palestina: los soldados penetraron en sus ruinas para saquearlas con la eficacia que estos criminales suelen poner en su tarea civilizadora.

En el prólogo de Menos rosas (1986) María Luisa Prieto señala que "sus libros circulan por millares por todos los países árabes y los estadios se llenan para escuchar sus recitales poéticos, acontecimientos irrepetibles que nadie quiere perderse" y añade que "para los palestinos la proximidad física de su poeta es como un símbolo de la cultura palestina."

En ese libro, que publicó Hiperión hace cinco años, se pueden leer textos como este:

No ceso de hablar


No ceso de hablar de la tenue diferencia entre las mujeres y los árboles,
De la magia de la tierra, de un país cuyo sello no he visto en ningún pasaporte.
Pregunto: señoras y señores de buena voluntad, ¿la tierra de los hombres es para todos los hombres como afirmáis?
Entonces ¿dónde está mi choza, dónde estoy yo? La asamblea me aplaude.
Otros tres minutos, tres minutos de libertad y reconocimiento. La asamblea acaba de aprobar nuestro derecho a volver, como todos los pollos, como todos los caballos, a un sueño de piedra.
Les estrecho la mano, uno por uno, luego les hago una reverencia…y prosigo este viaje hacia otro país donde hablo sobre la diferencia entre espejismo y lluvia
y pregunto: señoras y señores de buena voluntad, ¿la tierra de los hombres es para todos los hombres?