09 febrero 2007

La adicatoria de Antonio Pereira



La traía esta mañana el correo con otros paquetes. Es la adicatoria, cariñosa como siempre, memoriosa como siempre, del maestro Antonio Pereira, que me manda la edición en El libro de bolsillo de Alianza Editorial de Los cuentos de la Cábila.

Uno de los cuentos del libro se titula Las adicatorias. Y allí, su protagonista, don Nemesio Ron, levanta su vaso para hacer unas adicatorias:

Dijo que adicar tiene más sentido de brindis y ofrecimiento que dedicar, y que empezando por de -derribar, deponer, descabezar- las palabras suenan a despojo mucho más que a entrega.

Pues eso, con adicatoria y no con dedicatoria, viene esta reedición de Los cuentos de la Cábila, de la que circuló, más bien poco por problemas de distribución, una edición de Edilesa. Ahora, en Alianza, tiene garantizada la circulación. La calidad no es que se le suponga, es que se le conoce.

La ilustre casa de Pereira
o La Orbea del coadjutor, que viene retratada en la portada, están entre los mejores cuentos de su autor, es decir, entre los mejores cuentos de la narrativa española contemporánea.

No lo digo sólo yo. Manuel Talens definió como "el contador de historias más grande que ha dado este país en el último cuarto de siglo" a Antonio Pereira, el chico de la Cábila, su barrio de Villafranca del Bierzo, el protagonista de El reconocimiento:

A un chico de la Cábila que llegó a literato lo hicieron Hijo Predilecto cuando era mayor y le blanqueaba la barba.

Una noche pasaba el puente con un convecino que no tenía diploma honorífico y pensó que si un ventarrón los tirara al río, el predilecto sería el primero que salvarían.

La injusticia se le hacía insoportable, pero lo alivió el recuerdo de que en todo el barrio, él era el único que no había aprendido a nadar.

Gracias, maestro, por el libro y por la adicatoria.