Cuatro semanas
En Historia de una pasión, del colombiano Darío Jaramillo Agudelo, que publica Pre-Textos en su colección Poéticas, habla el poeta de su pasión por la lectura y la escritura y de su labor de reseñista en la edición colombiana de Cambio 16:
Y ahí estoy, escribiendo cada semana una página sobre un libro. Dificilísimo. El medio es el mensaje. Un semanario de información general tiene un lector-tipo, profesional, que busca síntesis de los principales hechos de la semana. Idealmente, el efecto que la revista debe producir en el lector es la sensación de que está bien informado. Ese lector no es necesariamente un comprador de libros, pero sí lo es en potencia. De manera que el comentario bibliográfico debe enfocarse a las recomendaciones. Qué, entre lo nuevo, es bueno para leer. No me ruboriza admitir como propósito explícito de mis reseñas de Cambio 16 que sean una especie de recetario de lecturas. Ese mismo propósito descarta la crítica de los libros que me parezcan malos y genera el tamaño problema de hallar un libro bueno cada semana. Con frecuencia me preguntan si me leo todos los libros que comento. La respuesta es Sí. Sólo que es falsa porque la pregunta supone problemas falsos. El preguntador de turno ni se imagina que leer muchos más –y descartar varios- antes de llegar al libro que debía recomendar. El sí, como todas las afirmaciones rotundas, es literalmente mentira: una vez comenté un diccionario en dos tomos que no me leí, es obvio. Los libros de recetas de cocina tampoco los leo completos y me he vuelto proclive a los coffee table books. Por otra parte, siempre he amado los libros cortos, a pesar de que la lectura de una novela de Norman Mailer de mil doscientas páginas casi acaba con mis reseñas de reserva. Es tal la compulsión de una nota semanal, que la única manera de estar tranquilo es ir cuatro semanas adelantado.
Suscribo casi una por una sus palabras. Salvo en una cuestión. Hay libros cortos como este, de apenas cien páginas, con los que uno está días y días, porque su intensidad hace que crezcan en las manos del lector.
En todo caso, la cita me releva de dar una explicación de estas cuatro semanas en las que estaremos leyendo sin publicar para empezar septiembre con esa ventaja que luego permite estar tranquilo.
Echamos, aquí también, el toldo y nos ponemos a su sombra.
Y ahí estoy, escribiendo cada semana una página sobre un libro. Dificilísimo. El medio es el mensaje. Un semanario de información general tiene un lector-tipo, profesional, que busca síntesis de los principales hechos de la semana. Idealmente, el efecto que la revista debe producir en el lector es la sensación de que está bien informado. Ese lector no es necesariamente un comprador de libros, pero sí lo es en potencia. De manera que el comentario bibliográfico debe enfocarse a las recomendaciones. Qué, entre lo nuevo, es bueno para leer. No me ruboriza admitir como propósito explícito de mis reseñas de Cambio 16 que sean una especie de recetario de lecturas. Ese mismo propósito descarta la crítica de los libros que me parezcan malos y genera el tamaño problema de hallar un libro bueno cada semana. Con frecuencia me preguntan si me leo todos los libros que comento. La respuesta es Sí. Sólo que es falsa porque la pregunta supone problemas falsos. El preguntador de turno ni se imagina que leer muchos más –y descartar varios- antes de llegar al libro que debía recomendar. El sí, como todas las afirmaciones rotundas, es literalmente mentira: una vez comenté un diccionario en dos tomos que no me leí, es obvio. Los libros de recetas de cocina tampoco los leo completos y me he vuelto proclive a los coffee table books. Por otra parte, siempre he amado los libros cortos, a pesar de que la lectura de una novela de Norman Mailer de mil doscientas páginas casi acaba con mis reseñas de reserva. Es tal la compulsión de una nota semanal, que la única manera de estar tranquilo es ir cuatro semanas adelantado.
Suscribo casi una por una sus palabras. Salvo en una cuestión. Hay libros cortos como este, de apenas cien páginas, con los que uno está días y días, porque su intensidad hace que crezcan en las manos del lector.
En todo caso, la cita me releva de dar una explicación de estas cuatro semanas en las que estaremos leyendo sin publicar para empezar septiembre con esa ventaja que luego permite estar tranquilo.
Echamos, aquí también, el toldo y nos ponemos a su sombra.
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