Carver y Tess
Diez meses antes de la muerte de Ray emprendimos con coraje una dura batalla, pero en mayo de 1988 supimos que la victoria no sería posible. Ray murió el 2 de agosto. Ese período de tiempo tuvimos que asumir que no saldríamos de aquello. Fue duro, muy duro. Pero, aunque resulte extraño, fue una de las fases más trascendentes de nuestra vida en común.
Con ese párrafo comienza Sin final, uno de los textos de Tess Gallagher que integran Carver y yo, la recopilación de textos que acaba de publicar Bartleby en su colección Miradas con traducción de Jaime Priede.
En Carver y yo Tess Gallagher, su viuda, rememora los diez años de convivencia con Carver a través de ensayos prologales, artículos, cartas, diarios de viaje y entrevistas.
Fue en esos diez años, de 1978 a 1988, en aquellos diez años de propina de los que hablaba Carver, cuando escribió sus mejores relatos y sus poemas de más calidad.
De forma más directa y menos elusiva que en su emocionado y a veces opaco El puente que cruza la luna, pero con la misma carga emocional, Tess Gallagher, ahonda aquí en el sentimiento de pérdida y se plantea estos textos como una forma de consuelo a través de otro libro de amor y duelo.
Más allá del recuerdo o la simple evocación, estas prosas buscan el lugar de la memoria (ese brillo nocturno al fondo) en donde sea posible el diálogo entre la vida y la muerte, como hacía aquel Antonio Machado cuyos versos frecuentaron tanto.
Con ese párrafo comienza Sin final, uno de los textos de Tess Gallagher que integran Carver y yo, la recopilación de textos que acaba de publicar Bartleby en su colección Miradas con traducción de Jaime Priede.
En Carver y yo Tess Gallagher, su viuda, rememora los diez años de convivencia con Carver a través de ensayos prologales, artículos, cartas, diarios de viaje y entrevistas.
Fue en esos diez años, de 1978 a 1988, en aquellos diez años de propina de los que hablaba Carver, cuando escribió sus mejores relatos y sus poemas de más calidad.
De forma más directa y menos elusiva que en su emocionado y a veces opaco El puente que cruza la luna, pero con la misma carga emocional, Tess Gallagher, ahonda aquí en el sentimiento de pérdida y se plantea estos textos como una forma de consuelo a través de otro libro de amor y duelo.
Más allá del recuerdo o la simple evocación, estas prosas buscan el lugar de la memoria (ese brillo nocturno al fondo) en donde sea posible el diálogo entre la vida y la muerte, como hacía aquel Antonio Machado cuyos versos frecuentaron tanto.
Reseña íntegra en la revista Encuentros de lecturas y lectores
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