20 octubre 2007

Poesía en los jardines


Francisco Páez de la Cadena, compañero de blogosferas desde sus Jardines secretos, por los que les recomiendo que paseen, me envía sus Cabos sueltos, un libro delicado y cuidado al detalle desde la viñeta de la portada, con una granada dibujada por Alberto Martín Aguilar, hasta la maquetación equilibrada y la tipografía limpia y clara.

Y, lo que es más importante, delicado en la palabra, en el trazado leve y sutil del verso y en una mirada al paisaje que es la de un profesional del paisajismo, pero sobre todo una mirada hacia dentro a través de un paisaje animado en el que se proyecta el estado de ánimo y la sensibilidad del poeta sobre el camino desolado de un jardín en invierno.

O en seis apócrifos de tono clásico, irónicos y distantes, desengañados y profundos, con una contención expresiva nada fácil:

Atempera tu ira, escancia vino,
espera como quien nunca está
seguro de la espera.

Esa mirada plástica de un ojo educado en el paisaje la complementa un oído afinado en la serena música de un verso que se eleva sobre el tiempo y sus estragos con levedad de acuarela oriental:

Nada sabe la lluvia del incendio
ni del surco que espera

Que yo sea uno de los privilegiados que tienen uno de los cien ejemplares numerados de que consta esta edición en los Cuadernos de la granada es una invitación a recordar aquel jardín cerrado del que hablaban aquellos poetas refinados, barrocos y granadinos como Soto de Rojas, heredero de aquel otro recóndito ortus conclusus de los clásicos.