Con tres heridas
En un ay. Así nos tuvo José Tomás el domingo por la tarde, en dos faenas más oídas que vistas, porque la mayoría de la plaza se tapaba los ojos ante la épica y la tragedia arcaica. No sabía uno si aquello era toreo o rito sacrificial.
Luego, los vídeos demuestran que sí toreó, y en un terreno inverosímil, en el que se desafían las leyes de la física y de la zoología, porque se puso en un sitio en el que incluso aquellos mulos atanasios embestían o, por mejor decir, tiraban viajes al pecho del torero, que se fue -como llegaba Miguel Hernández- con tres heridas. Y eran pocas para lo que pudo ser aquello. No bautismo de sangre, sino bodas de sangre.
De este material alucinatorio e invisible, más imaginado que visto en realidad, también están hechos los mitos. Y sus dos secuelas más peligrosas: la sacerdotal y la del fanatismo.
Luego, los vídeos demuestran que sí toreó, y en un terreno inverosímil, en el que se desafían las leyes de la física y de la zoología, porque se puso en un sitio en el que incluso aquellos mulos atanasios embestían o, por mejor decir, tiraban viajes al pecho del torero, que se fue -como llegaba Miguel Hernández- con tres heridas. Y eran pocas para lo que pudo ser aquello. No bautismo de sangre, sino bodas de sangre.
De este material alucinatorio e invisible, más imaginado que visto en realidad, también están hechos los mitos. Y sus dos secuelas más peligrosas: la sacerdotal y la del fanatismo.
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