21 septiembre 2011

Benetiana



Lumen publica dos volúmenes firmados por Juan Benet: Ensayos de incertidumbre, una amplia selección de su obra ensayística preparada por Ignacio Echevarría, y el inédito Variaciones sobre un tema romántico.

De los cinco relatos que componen estas Variaciones, un libro inacabado, concebido con la estructura musical de un tema con variaciones, cuatro habían permanecido en los archivos del escritor, mecanografiados, corregidos a mano y ordenados en una carpeta. Por razones desconocidas, Benet, que había escrito estos textos entre 1975 y 1985, interrumpió el proyecto que ahora se decide sacar a la luz porque - como explican los editores en la nota inicial- en estos relatos se pueden reconocer “las constantes narrativas y estilísticas de Benet en un cuento esotérico, una intriga psicológica, un esperpento, una narración fantástica situada en Región –el espacio mítico en el que se desarrolla buena parte de su ficción– y un relato burgués.”

Esas marcas de autor y esa sustancia narrativa inconfundiblemente benetiana recorren estos relatos que van introducidos por una exposición del tema: un truculento accidente que tiene como consecuencia la cabeza degollada de la novia de Julián Parra.

Y en las cinco variaciones, los rasgos propios del romanticismo europeo hechos integrados en la materia narrativa de Benet: el misterio de la cópula con una mujer que esconde el vacío de su rostro con un velo, el secreto de una realidad opaca y la irrupción de lo fantástico en el paisaje regionato, la escenografía nocturna y la irracionalidad.

Y el humor en el inolvidable fragmento en el que un nieto acompaña a su abuelo, que practica el eructo como un rito diario alrededor del pupitre central y bajo los techos neomudéjares del patio de Correos.

Un Benet en estado puro y unos textos que no desmerecen del mejor Benet, un novelista que desarrolló su obra narrativa a la vez que indagaba en la técnica literaria con su inusual capacidad analítica, con voluntad polémica, con curiosidad intelectual e ironía, con una agudeza crítica y una lucidez que hunde sus raíces en el escepticismo y la incertidumbre, una actitud que caracteriza a Benet en sus ensayos y que justifica el título -Ensayos de incertidumbre- elegido para la selección que ha preparado Ignacio Echevarría con los ensayos literarios posteriores a La inspiración y el estilo.

Yo creo que son la misma obra, decía Juan Benet cuando se le preguntaba por la relación entre su obra narrativa y sus ensayos. Lo recuerda Echevarría en el prólogo que ha escrito para presentar estos Ensayos de incertidumbre que acaba de publicar Lumen y que son una selección representativa de los temas y las preocupaciones teóricas de un novelista fundamental en la literatura española de los últimos cincuenta años.

Y es que, como señala Ignacio Echevarría, “ la incertidumbre es el territorio en el que Benet se adentra sin pretensiones de alcanzar la verdad, pero sin renunciar por ello a tener razón.” Por eso uno de los lugares centrales de esta selección es el ensayo Incertidumbre, memoria, fatalidad y temor.

En estos ensayos y artículos está el mejor autorretrato personal de Benet y de su mundo literario. Son el producto de una sostenida reflexión sobre la teoría y la práctica de la literatura desde la doble perspectiva del escritor Benet, que reconoce en ellos su deuda como novelista con Cervantes, Conrad, Proust o Mann; y del Benet lector, que aparece con frecuencia en estas páginas y no evita la descalificación de Virginia Woolf - “su obra, aburrida y carente de interés, está bien para quien le guste mucho tomar el té a las cinco de la tarde, pero si alguien quiere regodearse en una obra literaria para sacar un buen pensamiento no le dejará más que hambre... Lo más meritorio de Virginia Woolf fue su muerte, una muerte heroica, eso sí.”-; su distancia de Joyce -“nadie ha leído su Finnegan’s Wake, que es intraducible y nada produce (como no sea quinientas tesis en las universidades norteamericanas); es una obra, como le dijo Wells, que sólo le había divertido y le divertiría a él.”- y su cercanía a Kafka: “al leerlo se me abrió el mundo.”

En esa declaración de afinidades, Faulkner aparece como una referencia constante, como un faro literario. A él le dedica uno de sus mejores ensayos, Una vida con Faulkner, “el escritor que más he admirado, el que más he leído, es una constante en mi vida, me ha influido como el cielo que me ha visto nacer o como el mismo lenguaje.”

En Una época troyana, otro texto imprescindible, escribe Benet estas líneas que son una declaración de principios y un programa intelectual, una forma de estar en el mundo y de mirarlo desde una óptica narrativa:

“La cualidad más decisiva para formar al creador, sobre todo en literatura (y que Shakespeare poseía en grado sumo), era una “capacidad negativa”, esto es, aquello que permite a un hombre sostenerse sobre la incertidumbre, las dudas y los misterios sin una irritable apoyatura en los hechos o en la razón.”

En el apéndice – Opiniones impertinentes- se recoge un buen número de pasajes de entrevistas en las que Benet practica la impertinencia o la provocación en sus ideas literarias sobre la novela y el compromiso, sobre la crítica y los lectores, sobre los editores o el estilo.

Una síntesis panorámica que en pocos párrafos insiste en las ideas que había ido perfilando entre Puerta de tierra (1970) y La construcción de la torre de Babel (1990) y que son el soporte teórico en el que se cimenta su renovadora obra narrativa.