08 septiembre 2011

Fiesta del microrrelato de Páginas de Espuma




Páginas de Espuma sigue apostando fuerte por la narrativa breve con dos novedades destacadas. Dos colecciones de microrrelatos, Fenómenos de circo, de Ana María Shua, y Trastornos literarios, de Flavia Company, que se presentan esta tarde a las 19.30 en la Casa del Llibre de Barcelona (antigua librería Bertrand) en Rambla de Catalunya 37.

Ana María Shua, que reunió hace un par de años en esta misma editorial sus cuatro libros de minificción en Cazadores de letras, es una de las voces más prestigiosas del panorama actual del microrrelato en español y su nuevo libro es una invitación a entrar en un espacio metafórico, en un espectáculo narrativo que sucede en cinco pistas: Todo es circo, Los oficios, Los freaks, Los animales e Historia del circo.

Cinco secciones en las que el lector asiste a la irresistible atracción de unos Fenómenos de circo que van precedidos de este preliminar, El deseo secreto:

En el fondo del corazón de cada niño, de cada madre, de todo espectador, anida el deseo secreto de ver caer al trapecista, de verlo destrozarse los huesos contra el suelo, derramada su sangre oscura sobre la arena, el deseo esencial de ver a los leones disputándose los restos del domador, el deseo de que el caballo arrastre a la ecuyere con el pie enganchado en el estribo, golpeando la cabeza rítmicamente contra el límite de la pista, y para ellos hemos inaugurado este circo, el mejor, el absoluto, el circo donde falla la base de las pirámides humanas, el tirador de cuchillos clava los puñales (por error, siempre por error) en los pechos de su partenaire, el oso destroza con su zarpa la cara del gitano y por eso, como las peores expectativas se cumplen y solo se desea lo que no se tiene, los anhelos de los espectadores viran hacia las buenas intenciones: asqueados de calamidades y fracasos empiezan a desear que el trapecista tienda los brazos a tiempo, que el domador consiga controlar a los leones, que la ecuyere logre izarse otra vez hacia la montura, y en lugar de rebosar muerte y horrores, el lugar más secreto de su corazón se llena de horrorizada bondad, de ansias de felicidad ajena, y así se van de nuestro espectáculo felices consigo mismos, orgullosos de su calidad humana, sintiéndose mejores, gente decente, personas sensibles y bien intencionadas, público generoso del más perfecto de los circos.


También narradora, también bonaerense, Flavia Company recoge sus microrrelatos en un volumen organizado en tres partes. De la primera de ellas -Trastornos literarios- toma su título una colección de potentes y bien trabados textos de ficción basados en una figura retórica, en una frase hecha tomada en sentido literal -Frases (muy) hechas- o en titulares de prensa -La vida en prosa-, como estas Vidas cruzadas, inspiradas por el titular «Una japonesa da a luz al hijo de su hermana»:

Tener una hermana gemela no es algo que se escoja –tiempo al tiempo– pero, y eso puedo asegurarlo hoy con una certeza absoluta, es algo que no se elegiría aunque así pudiera hacerse. Me dirán que dependerá del caso, que habrá gustos para todo, que a cada cual le va según su experiencia. Pues no: puedo asegurarles con una convicción incuestionable que, en el fondo del fondo, a nadie le gusta verse repetido y ya desde su nacimiento conocer una de las verdades más aplastantes con las que, tarde o temprano, todos debemos enfrentarnos: no somos únicos.

Tenemos que conformarnos, no obstante, con la suerte que nos toca. De un modo u otro, mi hermana gemela y yo hemos ido cumpliendo años en armonía, si bien es cierto que, en más de una ocasión, al mirarme en el espejo he pensado que yo no era yo, sino ella y, por el contrario, al mirarla a ella he llegado a pensar que se trataba de mí. Sé que a mi hermana le ha sucedido otro tanto. Ni siquiera nuestros padres han podido distinguirnos. Es difícil entender semejante confusión si no se ha sufrido nada similar, pues parece sencillo detectar los límites de la propia persona.


Sea como fuere, hasta ahora siempre habíamos estado de acuerdo sobre el momento y las características de nuestros pactos. Por ejemplo, habíamos coincidido en el deseo de intercambiarnos el marido durante una semana. O el trabajo. Nunca había habido problemas después con la devolución de nuestras vidas o, por decirlo de otro modo, siempre había estado claro a quién correspondía cada marido, cada trabajo, cada casa o cada problema. Hasta ahora, insisto. Porque el asunto del embarazo ha trastornado las facultades mentales de mi querida hermanita que, estando embarazada yo, insiste en mantener la loca idea de que este embarazo es en realidad suyo, aunque no sea a ella a quien se le note. Dice que el hijo que yo llevo dentro le pertenece, que yo no soy más que el receptáculo en donde el bebé está creciendo y que, una vez salga al mundo deberé entregárselo a sus verdaderos padres, es decir a ella y a su marido. Y como siempre ha sido más hábil que yo con el lenguaje, ha convencido de semejante despropósito no solo a nuestros esposos y padres sino, lo que es peor y más grave aún, al ginecólogo y al mundo entero, que ha comentado su caso en la prensa y, aunque parezca mentira, se ha puesto de su parte. ¿O de la mía?


Tres motores para un conjunto de relatos De lectura obligada, como se titula uno de ellos.